Literatura

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Saber ver

La Razón
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Estos días son muchos (varios miles ya) los que se acercan a ver las obras expuestas en las numerosas sedes de Manifesta. Hay algunos que sólo van a ver los espacios recuperados (como el antiguo edificio de Correos o la Prisión de San Antón), pero la mayoría llega para contemplar las obras que allí se exhiben. Y la sensación con la que salen bastantes espectadores es la de no entender del todo aquello que tienen delante de los ojos. Hoy me gustaría dejar claro que esta sensación de frustración, que ocurre también ante gran parte del arte contemporáneo, se debe esencialmente a una confusión respecto al arte: la creencia de que podemos situarnos frente a una obra de arte y, sin hacer ningún tipo de esfuerzo, ésta se abre inmediatamente ante nosotros. Y no es así, ni mucho menos. Pasearse por las salas mirando las obras como quien mira escaparates, buscando algún tipo de revelación, es lo mismo que entrar en una biblioteca y dedicarse a observar los lomos de los libros. Evidentemente, uno no entiende nada. Para comprender un libro hay que abrirlo y leerlo. Y con el arte ocurre lo mismo. El problema es que, por lo general, no estamos familiarizados con el lenguaje en el que se nos habla. Pero para eso están precisamente los guías y los mediadores, para contarnos aquellas cosas que no se ven y poder así disfrutar de lo que se ve. Ése es uno de los puntos fuertes de Manifesta, la puesta a disposición del público de un gran número de herramientas educativas que ayudan (de verdad) a comprender el arte. Desde aquí animo a todo el mundo a visitar las exposiciones. Pero animo aún más, si cabe, a escuchar, a abrir los oídos, a leer, a dejarse enseñar, a volver a aprender.