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El mundo «post-Fukushima» apuesta por la energía nuclear
Cuando a mediados del año pasado, el Gobierno vietnamita dijo que había aprendido la "lección de Fukushima", algunos quisieron entender que Hanoi iba a renunciar a su agenda atómica. Lo que se anunció dos días después fue la construcción de un dique anti tsunamis para proteger las dos plantas nucleares en desarrollo en la provincia de Ninh Thuan. El muro, aseguraron los científicos, es "capaz de prevenir olas de 15 metros".
La anécdota retrata a la perfección el espíritu post-Fukushima. El mundo, especialmente en el entorno asiático, está dispuesto a invertir más en seguridad, pero no a renunciar a unas ambiciones energéticas que llevan años engordando. De hecho, el sector no sólo no se ha venido abajo tras el accidente, sino que está atravesando una nueva edad de oro.
Con excepciones aisladas como Alemania, que espera concluir su apagón atómico en 2022; Italia, que votó el pasado junio en un referéndum no construir más reactores nucleares, y el propio Japón, que en mayo desconectará los dos últimos reactores (de un total de 54), que aún siguen en funcionamiento.
Por el resto, parafraseando al director general de la Asociación Nuclear Mundial, John Ritch, la energía nuclear «ha emergido del accidente de Fukushima más fuerte que nunca, algo que nadie se esperaba». Es más: la crisis internacional y la búsqueda de una alternativa a los hidrocarburos están empujando a decenas de países a unirse al club. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica, en todo 2011 un total de 60 países mostraron interés por montar su primera instalación nuclear. De todas ellas, cinco empezarán este año a construir.
Lo harán, por ejemplo, Bangladesh, Bielorrusia y Turquía. Mientras que Jordania y Arabia Saudí podrían empezar a levantar sus primeras plantas en 2013. Y no se trata sólo del mundo en desarrollo. Francia –el país que mayor dependencia tiene de la energía nuclear– y Gran Bretaña han declarado que continuarán trabajando en la siguiente generación de reactores, mientras que Estados Unidos ha aprobado la instalación de su primera planta desde 1978.
Pero el gran empujón procede, una vez más, de Asia, que capitaliza alrededor del 85 por ciento de la potencia en construcción. Los dos gigantes, India y China, son los que apuestan más fuerte. El primero de ellos está montando ahora mismo 24 reactores y tiene otros 50 en fase de planificación, algunos en zonas sísmicas. Por su parte, Pekín cuenta con sumar 40 nuevos reactores a su parque nuclear antes de 2020.
Muchos expertos creen que ni siquiera Japón saldrá definitivamente del club atómico, sino que volverá a retomar su carrera nuclear una vez que pase el susto y que consigan aumentar las medidas de seguridad y transmitir certeza a la ciudadanía. «Yo creo que el consenso general es reducir la energía nuclear a largo plazo, pero no pararla del todo. Es más razonable ir reduciéndola paulatinamente y sustituyéndola con otras energías renovables», dice Shinichiro Takiguchi, investigador del Instituto de Investigación de Japón.
Potencias tecnológicas como Corea del Sur, cuya dieta nuclear abastece el 40 por ciento de sus necesidades, apuestan por invertir en una industria a la que le ven un enorme futuro. Seúl planea aumentar hasta el 60 por ciento la cuota atómica en 10 años y empezar a exportar al resto del mundo bajo el eslogan: «Corea del Sur, la nueva potencia del renacimiento atómico».
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