Estreno

No sin mi felino

El director de la cinta, Carlos Sorín, durante un momento del rodaje
El director de la cinta, Carlos Sorín, durante un momento del rodajelarazon

Que Carlos Sorín ruede un «thriller» clásico como «El gato se fue» es como si a Ferrà Adriá le diera por cocinar durante un mes cocido en su restaurante: un viaje desde la deconstrucción al clasicismo. «Respondió a las ganas de hacer una de esas películas en cinemascope que tanto me gustaban cuando era joven. Uno ha participado en tantos certámenes internacionales como jurado. He visto tanto cine de vanguardia que al final no sabe lo que está bien y mal», reflexiona el director, que tras visitar Madrid participa estos días en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Pone la duda sobre el tapete de forma natural , sin imposturas, con la falta de complejos de quien ha hecho de microscopio en la cinematografía latinoamericana focalizando sobre tramas aparentemente minúsculas con actores no profesionales. Concluye, al fin y al cabo, que son cosas de la edad: «No solo me ha pasado en el cine, también en la pintura y en la música siento una revolarización de lo clásico. Esos maestros olvidados o renegados tienen su poso». Después de una frase como esta, tranquiliza al personal confirmando que esta experiencia ha sido tan solo un paréntesis y volverá a su estilo cinematográfico.

Abandona el cine de autor para construir un «divertimento que juega con las expectativas del espectador», que asiste a la vuelta a casa de un profesor universitario que, tras sufrir un brote psicótico, es ingresado en el hospital. Su mujer, como el resto del entorno, mira con recelo la conducta del protagonista, a pesar de que los especialistas aseguran que está curado. Las alarmas se disparan cuando el gato desaparece, curiosamente, tras recibirle de uñas, literalmente, tras su internamiento. «La locura es un tema tabú en todas las culturas porque cualquiera puede caer en ella. Resulta un tema demasiado trágico, por eso lo envolví en humor y género». Además del «thriller» era nuevo para Sorín tratar con actores profesionales, por eso eligió a dos de gran renombre en su país: Luque o Beatriz Spelzini. «Mis rodajes suelen ser muy azarosos, pues dependen del ingenio de quienes actúan, ahora he descubierto que se pueden construir los personajes con los intérpretes», concluye el cineasta.

 

Un cuento de Carber
Mientras rodaba esta película ya pensaba en el siguiente guión, que iba a estar basado en un cuento de Raymond Carber, «pero el precio que me pidieron era accesible para Hollywood no para mi». Así que el protagonista de «Puerto deseado» tendrá la esencia de aquel hombre del cuento, pero ha cambiado todo el entorno. «Por lo demás es un personaje muy carberiano, un ex alcohólico que se pregunta por la felicidad, la familia y todo lo que nos conmueve». En el fondo, lo mismo que ha contado otras veces, como él mismo reconoce, pero le está buscando una forma nueva. Con «Historias mínimas» se convirtió en un Kiarostami latino que dejó huella.

 

La inspiración
Hitchcock, de locura
La frase que inspiró a Sorín fue pronunciada por Hitchcock: «Los que piensan que "Psicosis"es una película sobre la locura están errados. Es un filme sobre el propio cine».