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OPINIÓN: A Jesús Fonseca
Conocerte, querido Jesús, ha sido para mí como un baño de libertad. Yo soy todavía de aquellos que aprecian la libertad más que la seguridad. Te digo esto porque, de mi trato con las nuevas generaciones, he sacado la conclusión de que aprecian la seguridad más que la libertad. Y lo entiendo porque les va a tocar vivir en un mundo más inseguro que aquel en el que yo nací, en el que fui niño y después adolescente. Era aquella una sociedad que volvía a saber a qué sabe la libertad, tan dulce y amarga como la vida misma.
Hoy, en cambio, queda ya lejos aquella euforia y empieza a disiparse esa otra euforia, la de la sociedad del bienestar, en la que veníamos viviendo con dos coches y dos casas por familia. Supimos lo que era la libertad y nos supo a poco. Quisimos saber entonces lo que era vivir bien. Lo único que ahora necesitamos saber es cómo soportar el miedo a perderlo todo con el puesto de trabajo. Se impone salvar el barco en medio de un temporal que nadie sabe muy bien cuándo amainará. Por eso, aventuras, las mínimas.
Pero tu voz, querido amigo, tu voz de hombre que ha surcado tantas veces el mar, ha sobrevolado tantas otras el mundo y ha pisado también el suelo de la más dura realidad, es la voz del poeta. El poeta no es solo un inspirado. Es, además y sobre todo, un inspirador. Alguien que vierte agua de una jarra en otra. Alguien que, parafraseando uno de tus versos, «vive como quiere». No como le da la real gana sino como quiere, que es algo muy diferente. Si hay algo difícil en la vida es vivir. Vivir la vida propia, inventar los propios pensamientos, cuidar la propia carne y respirar el aire que todos respiramos. Y tú eres de los que viven, no de los que ni viven ni dejan vivir. Por ti sé que estoy, yo también, vivo.
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