Automóvil
Anomalías
Ahora que ya estamos más que convencidos tras costosas campañas de comunicación y concienciación de que debemos ser responsables cuando nos ponemos al volante, resulta que nos percatamos de que podemos hacerlo todo perfecto: no correr, no beber, descansar, llevar bien sujetos a los niños, etc, etc…, y pegarnos la gran bofetada igual. ¿El motivo? Pues eso que eufemísticamente se conoce como «anomalías».
Las anomalías matan igual que los descuidos y las irresponsabilidades, pero las autoridades, conscientes de que no pueden culpar de ellas más que a su propia falta de profesionalidad, las nombran así, en bajito, como si fueran cosas pequeñas, y ni siquiera dejan que los guardianes de la paz y el orden las reporten en voz alta.
Las anomalías, que parecen cuestiones insignificantes, pueden esconder irregularidades tan grandes y peligrosas como una falta de señalización en una rasante o en un badén, un agujero en mitad de la carretera o un peralte al revés. Cualquiera de ellas puede lograr que el conductor más cauto y experto pueda sufrir un percance leve o incluso un accidente grave.
Lo lógico sería que los agentes azuzados, para denunciar las infracciones de los conductores, por su propia seguridad, pudieran hacer lo mismo con cualquier anomalía en las carreteras que suponga un riesgo contrastado… Pero no. Tienen órdenes de lo contrario. ¿Será porque arreglar las anomalías le cuesta dinero al Estado mientras que multar a los malos conductores les reporta pingües beneficios?
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