Israel

La herencia del viento

La Razón
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Sin duda, uno de los adagios más inquietantes de entre los recogidos en el libro bíblico de los Proverbios es el que afirma que «el que agita su casa heredará el viento». Salomón, sin duda, debía saber de lo que hablaba porque, sin ir más lejos, su padre se había convertido en rey después de que su antecesor, el enloquecido Saúl, desencadenara una necia guerra civil que estuvo a punto de concluir con la aniquilación de Israel. Por lo que se refiere a Adonías, hermano del propio Salomón, había intentado dar un golpe de estado y no sólo no había conseguido el trono sino que había perdido la vida. Pero, independientemente, de esos casos concretos, el proverbio es trágicamente verdadero. ZP –que se despidió del Congreso hace unas horas– constituye un auténtico paradigma de su veracidad. Cuando llegó al poder tras el peor atentado terrorista de la Historia de España, ZP se encontró una España agitada, pero floreciente. Económicamente, la nación había conocido su mejor época desde los años sesenta creando cuatro de cada cinco empleos generados en la Unión Europea. Políticamente, ETA se hallaba contra las cuerdas y los nacionalistas rechinaban sus codiciosos e insaciables dientes viendo cómo el ordenamiento territorial se iba a cerrar de manera definitiva. Internacionalmente, España se encontraba en su posición más relevante desde el Congreso de Viena de inicios del siglo XIX. Desde los Reyes Católicos, nadie, absolutamente nadie, encontró un panorama tan favorable para ejercer el gobierno como ZP en 2004. Sin embargo, ZP decidió agitar la casa. Volvió a dividir a España con una visión falaz y perniciosa de la guerra civil; se alió con los nacionalistas catalanes para destejer el orden constitucional aunque eso significara la ruina de murcianos, valencianos o almerienses; tendió la mano a los asesinos de ETA para que se sumaran a su empresa; decidió alinearse con los dictadores más repugnantes convirtiéndose en un mero monaguillo de Francia en la Unión Europea; decidió satisfacer las metas delirantes de lobbies como el gay o el feminista y, para colmo, arruinó la economía nacional con una consecución de necedades costosas e innecesarias. Los resultados de agitar la casa son más que obvios. Los nacionalistas catalanes han arruinado su región y amenazan con hacer lo mismo con el resto de España a la vez que desafían bochornosamente la legalidad. ETA se encuentra en las instituciones, recibe el dinero del contribuyente y tendrá presumiblemente grupo propio en el próximo parlamento. Las instituciones desde la más alta hasta la más baja exhiben las marcas de una forma despótica de gobierno que las ha desacreditado y, en no escasa medida, inhabilitado. La posición internacional de España es la de una nación arruinada que espera la intervención o el rescate. Por lo que se refiere a la economía, los cinco millones de parados son sólo uno de los datos de una realidad innegablemente pavorosa. ZP decidió que iba a pasar a la Historia por agitar la propia casa nacional y modelarla a su antojo. La herencia ha sido viento. En realidad, ha resultado peor porque en el horizonte se dibujan los negros nubarrones de una tempestad que, por su culpa y por la de sus aliados, va a descargar sobre toda España.