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Streep/Thatcher la dama del Oscar

Llevamos meses expuestos a lo que ya podríamos denominar la «thatchermanía». Como caídos de un cuentagotas, imágenes, declaraciones y «tráilers» han ido confirmando lo que todos nos temíamos: no hay personaje, por complejo que sea, que se le resista a Meryl Streep.

Streep/Thatcher la dama del Oscar
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La actriz que más veces en la historia ha optado al Oscar (parece evidente que este año repetirá candidatura con este personaje que ya le ha valido el Oso honorífico de la Berlinale) se puso de nuevo a las órdenes de Phyllida Lloyd (directora asimismo de «Mamma Mia») para encarnar a la primera ministra británica en un «biopic» que ha sido recibido de forma desigual. Mientras en Estados Unidos la crítica y la taquilla han encumbrado el filme, en Gran Bretaña éste ha cosechado algunas críticas. De hecho, la familia de la mandataria declinó estar presente en la «premiére», una decisión que la actriz dijo «entender porque ahora mismo están en el foco de atención». Polémicas aparte, Streep está considerada por mérito propio una de las mujeres con mayor magnetismo y poder en la taquilla internacional. De hecho, la protagonista de «La Dama de Hierro» es, caso extraño en Hollywood, la única actriz mayor de cuarenta años capaz de arrasar con todas y cada una de sus películas. Seguramente, ésta tampoco se convertirá en la excepción que confirma la regla. La intérprete está más que acostumbrada a saltárselas.

-Sólo una actriz como usted podría permitirse un personaje como Margaret Thatcher en su carrera. ¿Cómo decidió ponerse en su piel?
-Rodando «Mamma Mia» empecé a hablar con Phyllida Lloyd sobre el personaje de Margaret Thatcher. Le dije que mi sueño era hacer una película sobre Elisabeth Kübler-Ross. Sé que suena divertido, pero siempre me ha interesado interpretar personajes que no suelo ver en el cine o que tienen algo de prohibido. Para mí, la desnudez no es una provocación, pero hablar de temas difíciles me resulta absolutamente excitante. Cuando leí el guión de Abi Morgan me pareció sensacional. Tres días en la vida de una vieja dama vulnerable que al mismo tiempo fue el primer ministro que más tiempo sirvió a su país durante el siglo XX y la única mujer de Occidente que dirigió un país nuclear. Imposible resistirse.

-¿Sintió algún tipo de temor o reparo para interpretarla?
-No. A veces hay secretos de nuestra vida que no queremos contar. Y en ese sentido buceé en su vida con el fin de averiguar todo lo que pudiera sobre ella. Pensaba que ya lo sabía todo sobre Thatcher y Reagan, dos personas con quienes siempre estuve en desacuerdo, pero en realidad no sabía nada de ellos. Su vida fue un viaje apasionante en un territorio muy desagradable y eso no tenemos que olvidarlo. Me gusta interpretar a mujeres difíciles, con arrojo, que destacan en su vida. Recuerdo que en los setenta, cuando iba al colegio, no había mujeres que destacaran en los deportes. Si querías practicar uno te convertías inmediatamente en «cheerleader». Por eso sé que todo lo que consiguió Margaret Thatcher fue increíble, debía estar preparada diez veces mejor que un hombre, sino hubiera sido imposible para ella llegar donde llegó. Me parece admirable esa fuerza interior.

-¿Cómo se preparó?
-Para muchos de mis personajes lo único que tengo que hacer es levantarme de la cama y aparecer en el rodaje. En este caso fue un reto distinto. Sabía que tenía que leer muchísimo, estudiar, investigar, prepararme, meterme en el personaje, apropiármelo. Pero muchas cosas me sucedieron y no tuve tiempo. Phyllida me dio solamente dos semanas para ensayar, comer, dormir y soñar como Margaret Thatcher. Resultó algo sorprendente. Me sentí como si estuviera presa dentro de la cárcel de la estadista. Durante ese tiempo hablé con amigos y personas con las que no estuvo de acuerdo y descubrí que era una mujer que trabajaba sin descanso, con una determinación sin límites y con una voluntad férrea.

-¿Es cierto que gran parte de la interpretación física del personaje nace de su forma de hablar?
-Absolutamente. Escuché muchos de los discursos que dio en la Cámara de los Comunes y no aparecen en el filme. Afortunadamente he ensayado durante un montón de horas en clase de dramaturgia y sé lo importante que es la respiración a la hora de hablar y convencer. Entendí que ella es capaz de convencer a su audiencia gracias a su forma de hablar, a su fonética, a la capacidad que posee para aguantar la respiración mientras hablaba. Al escucharla descubrí que siempre se mantenía en alerta.

-¿Fue su voz lo más fácil de imitar?
-Sí. En mi cabeza puedo copiar cualquier voz que ya haya escuchado. Soy capaz de capturar la forma de hablar de alguien, porque cuando la gente habla muestra su personalidad. Margaret Thatcher, desde el momento que respiraba, sabía lo que buscaba.

- ¿Qué mensaje le gustaría que el público recibiese de este filme?
-Me gustaría que la gente que va en el metro, o en el autobús, y se cruza con una persona mayor se imagine una vida maravillosa detrás de sus arrugas. No hay nada interesante en la cultura del consumismo de nuestra sociedad más que las personas mayores. Hemos dejado de hacer películas para ellas, no nos importa la gente mayor, no les vendemos nada porque no compran, y la idea de olvidar la experiencia humana me parece terrible. Las mujeres mayores han vivido nacimientos, muertes, luchas, alegrías, tristezas, todo. Sólo con imaginar sus vidas podríamos encontrar esperanza para la nuestra.

-¿Qué admira de un personaje histórico como éste?
-Su impresionante fortaleza para imponerse en un mundo dominado por los hombres.

-¿El vestuario da algún tipo de información desde el punto de vista del personaje?
-Soy una actriz muy metódica en ese aspecto, siento que la ropa es un personaje en sí mismo. En este caso era necesario que el vestuario no desentonara con la historia que contamos.

-Su entusiasmo por el trabajo no se ha diluido con el paso del tiempo.
-Ahora me siento más apasionada por la interpretación que cuando empecé. Al principio creía que lo sabía todo, pero ahora tengo una humildad saludable, sé que todavía tengo mucho que aprender, que cada película es una nueva lección. Por eso amo ser actriz.

 

Exactamente iguales
La caracterización de un personaje requiere conocer todo lo posible acerca de él. Recabar información es una tarea básica, la principal y más importante, que requiere su tiempo y una preparación para poder asimilar los cambios, aunque generalmente en el cine se parte de la base de que el intérprete guarde cierto parecido físico con aquel a quien interpreta. En este caso, la mímesis entre Thatcher y Streep es impresionante. El trabajo de caracterización ha resultado estupendo: el parecido de ambos rostros resulta espectacular, teniendo en cuenta, además, la diferencia de edad que las separa. La tarea de envejecimiento de la piel es muy sutil, porque no se perciben arrugas gruesas. Con respecto a la nariz, parece que se ha utilizado una prótesis de látex suave que aún acrecienta más el parecido. El pelo, capítulo también importante, se ha cuidado al máximo con una peluca tejida para la actriz, basada en el peinado exacto que lucía Thatcher. Para el maquillaje se ha utilizado la misma paleta de tonos suaves de la mandataria: se han calcado sus tonos, la forma de los ojos, las sombras, los gestos. Y el habla, las pausas en la expresión, la manera de mirar, de andar. Sucede, además que cuando un actor se mira al espejo y ve que su parecido con el personaje es una realidad se crece. Y Streep ha visto a Thatcher.

 

Raquel GONZÁLEZ
Directora de caracterización de «Tu cara me suena»