Autopistas

Vigas y pajas

La Razón
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Desconfío del que ve la paja en el ojo ajeno y ni vislumbra la viga en el propio. Y si el susodicho es político u ostenta cargo por designación política, ya es para echar a correr. Esto es lo que le pasa a Pere Navarro, que sigue dando muestras de que le gusta más hablar que pensar. El director de Tráfico nos deleita con sus opiniones sobre lo que debemos pensar los españoles sobre De Juana Chaos, protagoniza un episodio bochornoso a causa de unos correos electrónicos chabacanos enviados por su mano derecha –la poetisa de «feliz año nuevo, chúpame un huevo»– que se saldó con la dimisión de uno de los perjudicados y no con el cese de la responsable o del suyo propio, en plena vorágine de recortes traslada su despacho a otro edificio, tras una reforma de un millón de euros, donde habilita una planta por si algún día hiciera falta, al tiempo que elimina el teléfono gratuito de información de las carreteras porque costaba mucho: un millón de euros.
Y mientras es acusado por varias organizaciones de conductores de manipular las cifras de muertos en carretera para vanagloriar su gestión, se permite dar titulares veraniegos afirmando que lo de Ortega Cano es violencia, pero se olvida de que lo suyo, yendo en su coche a más velocidad de la permitida sin molestarse en decirle al chófer que reduzca, también lo es. ¿O es que cree que su coche está exento de causar accidentes? Luego reflexiona y dice que no tiene información sobre el caso del que habla y que la Justicia dirá. Ahora quiere que los españoles entendamos que es mejor ir a 90 que a 100 en las carreteras convencionales. Juzguen ustedes mismos.