Estreno

El príncipe azul colorín colorado

El mito, en otro tiempo destinado a configurar modelos de conducta, está finiquitado, a excepción de las películas de Dinsey

El príncipe azul colorín colorado
El príncipe azul colorín coloradolarazon

De un tiempo a esta parte, los cuentos de nuestra infancia andan desfigurados, irreconocibles: Caperucita es una rubia cañón de labios pintados que manda callar al lobo, Rapuncel ensaya piruetas al modo Matrix para escapar de su torre y Blancanieves… en fin, echen un ojo a la cartelera. ¡Disney ha muerto, viva Disney! Si, como aventuraba Sabina, las niñas ya no quieren ser princesas, ¿habrán renunciado también al príncipe azul? Parece ser que sí. Detrás del «colorín colorado» de las viejas fábulas de los hermanos Grimm y los productos Disney se esconde una ética y una estética hijas de su tiempo, que ya no tienen cabida en nuestros días. De ahí el éxito incontestable de Pixar y sus sátiras del cuento tradicional; de ahí, la desconfianza de la mujer actual hacía la figura del príncipe azul.

«La mujer ya no busca patrones absolutos en el hombre. Se ha vuelto más realista y participativa. La liberación de la mujer en el plano moral y de costumbres ha traído una actitud más activa en la búsqueda de pareja», afirman los psicólogos. Las nuevas heroínas de los dibujos animados luchan, pelean, seducen, toman las riendas del cuento. Como la mujer de su tiempo, no se limitan a aguardar en su torre la llegada del caballero que las libere de sus ataduras sociales y sus penas intrínsecas. Tal vez no sea del todo cierto que la mujer haya renunciado al príncipe azul, si no que se ha propuesto participar en su búsqueda y, llegado el momento, asumir que la perfección es cosa de dibujitos y que se hace camino al andar.

«No desesperes, siempre hay un príncipe azul para cada momento», advierten las blogueras, «cuantos más pruebes, mayor será la posibilidad de encontrar al hombre perfecto». «Yo no quiero un príncipe azul, ¡quiero un lobo feroz!», reza un grupo de Facebook con bastante elocuencia. Puro Pixar. Un joven poeta, Camilo de Ory, escribe: «En estos días, los besos nunca son primeros besos». ¿Quién fiaría hoy su adolescencia y su juventud a la espera un tanto utópica de una alma gemela? «Las chicas no es que no quieran ser princesas; desean ser mimadas y ‘‘encantadas'', pero no están dispuestas a sacrificar su personalidad propia, su individualidad. Las figuras del príncipe azul y de la Bella Durmiente, pongamos por caso, o de otras heroínas femeninas de cuentos similares, pueden entenderse como propias de una concepción machista de su época. Se fijaban patrones claros y estancos de conducta para hombres y mujeres y se daban a conocer a niños y niñas para que vieran qué se esperaba de ellos, dónde debía estar su lugar en el mundo».

Con todo esto, los actores de las viejas fábulas siguen dando carnaza al imaginario colectivo, aunque sea a través de su propia parodia. «Ni con Disney ni sin Disney», podría ser el lema de esta posmodernidad irreverente, que a lo que conduce es a grafitarle los bigotes al príncipe, colocarle minifalda al lobo y una aspiradora a Cenicienta.


A FAVOR
Una ración grande de calabazas
por Rosetta Forner
Muchas, alentadas por los falsos cuentos de hadas, se convierten en princesas y se pasan la vida besando sapos que les dejan los morros hinchados en espera de hallar al hombre metroemocional –ese con el que todas las mujeres sueñan pero pocas se atreven a mirarle a los ojos del alma–. Mientras las damiselas anhelan encontrar un hombre que les de sentido a su existencia y las rescate de su despiste existencial, las reinas mujeres de madura psique, saben que ellas son lo mejor que les ha pasado, no salen de casa sin haberse tomado «cuarto y mitad de dignidad», y aspiran a relacionarse con alguien que les hable a su alma. Enamorarse y alucinarse no son sinónimos. La verdadera liberación de la mujer tendrá lugar cuando ninguna se sienta inferior por no tener pareja, ni la búsqueda de la misma sea la meta más importante. Olvídate del príncipe azul, que no existe y además destiñe, ponte la corona y no te la quites ni para dormir.


EN CONTRA
El sueño de lo posible
por Alfonso Merlos
No sólo existe, sino que todos aspiramos a serlo. O muchos. Y además es muy moderno. Lo antiguo es pensar que siempre se ama con todo el corazón y el alma a una mujer cuando se la persigue por primera vez, pero que deliberadamente se falla en lo del compromiso para siempre porque va en la dispersa naturaleza masculina. Lo hermoso es saber que el príncipe azul no es un simple personaje de cuento de hadas; lo posible es hacer de carne y hueso a quien se presenta como algo utópico en el folclore tradicional; lo idílico es tener la certeza de que se puede vivir un amor de película día sí y día también. Supongo que habrá que creer en el romanticismo. Supongo que habrá que identificar al joven bien plantado. Y supongo que a veces habrá que lanzarse a por él. ¿O no?