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Exteriores bipolar

La Razón
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Mientras arde El Aaiún, el presidente y su diplomacia miran hacia otro lado y ni siquiera carraspean. Aunque expulsen del Sáhara a todos los periodistas y cooperantes españoles y se den más muertos con pasaporte de España, ni en La Moncloa ni en el Palacio de Santa Cruz se va a alterar una ceja o una melena con extensiones. Se dice con injusticia de los diplomáticos que ven con las orejas; el aire es su elemento, no la luz. De ahí que prefieran la calma y la oscuridad. La picardía se acopla mejor a los políticos en el poder que a los miembros de la «carriere».

A Trinidad Jiménez no le basta haber estado casada con un diplomático para conocer las carpetas. Lo suyo no pasa de la cooperación e Iberoamérica, y dentro del PSOE sin capacidad ejecutiva. ¿Era necesario viajar a Bolivia para inaugurar un pozo y endosarle un jamón a Evo Morales, que no sabrá cómo se come y que igual lo guisa? Su antecesor, Moratinos, ha tenido que volar a Argel y a Tánger para entender lo que ignora Trinidad. Vainica doble o ministerio a cuatro manos. La «cancillera» está fumigando su departamento. Al frente de la Oficina de Información Diplomática siempre ha estado un profesional de fuste experto en conflictos. La ministra ha colocado de jefa de la OID a una periodista desconocida que ya se habrá arrepentido de aceptar. Nos quejábamos de Moratinos y le echaremos de menos como las ranas pidiendo rey. No sé por qué lloró con su cese: le han hecho ministro-bis.