JMJ de Río
Un joven de 83 años por César Franco
Nunca los aduló, les habló con verdad y sencillez, los conquistó con simpatía y afecto sin disimulo, los trató en serio, como a hombres y mujeres en ciernes, les predicó el evangelio sin rebajas ni censuras, les habló al corazón, bromeó con ellos en momentos inolvidables y les planteó abiertamente el seguimiento de Cristo.
Sí, Juan Pablo II se acercó a los jóvenes, a sus problemas vitales, a su mundo real: el de sus dudas y certezas, el de sus miedos y esperanzas. No esquivó sus problemas ni se acomodó a sus intereses superficiales. Quiso llegar al corazón y hablarles como amigo, sin renunciar a ser maestro. Cercano, pero con la autoridad de Pedro. Siempre como Padre en la fe y Vicario de Cristo. Y los jóvenes le seguían, se fiaban de él y le escuchaban con atención (aunque en ocasiones les mandara callar al interrumpir con aplausos sus discursos).
Estaban convencidos de que bajo aquella sotana blanca palpitaba un amor sin límites, que les atraía hacia Cristo. Al mismo Cristo a quien Juan Pablo II amaba apasionadamente y le dejaba vivir en cada fibra de su carne. El secreto del amor de Juan Pablo a los jóvenes no era otro que su misión de acercarles a Cristo, a su palabra verdadera, a su calor de amigo. En realidad, Juan Pablo II nunca dejó de ser joven: es decir, nunca dejó enfriar el primer amor y vivió con pasión su amistad con Cristo. Por eso conquistó el corazón de los jóvenes cuando, en su último encuentro con ellos en Madrid, que le jaleaban como a un joven, replicó que era «un joven de 83 años».
César Franco, Obispo auxiliar de Madrid y coordinador general de la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011
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