Historia

Crítica de cine

Luis Varela: «Hacerse famoso en la tele es una epidemia»

Quién les iba a decir a ellos –a Concha Velasco, a Augusto Algueró, a Luis Varela– que aquella canción urdida para ganar un concurso en la televisión, aquel arranque desmelenado de pretendida modernidad en una España gris y poco alborozada, se iba a convertir en uno de los símbolos de aquel tiempo que aún suena en las fiestas cuando la orquesta desparrama el popurrí de la nostalgia.

Luis Varela, en su domicilio madrileño. «Tengo pagada la luz y el jamón de york hasta el final», bromea sobre su situación económica
Luis Varela, en su domicilio madrileño. «Tengo pagada la luz y el jamón de york hasta el final», bromea sobre su situación económicalarazon

Les hablo de «La chica yeyé», la canción que Concha interpretaba en la película «Historias de la televisión», de José Luis Sáenz de Heredia, que LA RAZÓN regala el próximo viernes. Un filme en el que, como recuerda Luis Varela, estaba presente casi toda la nómina del cine y la TV del país, «y me parece que de la larga lista sólo quedamos siete u ocho vivos, y eso acojona», añade. -Recuerdo que yo interpretaba al batería—sigue Luis—del trío que acompañaba a Concha Velasco. Nos llamábamos, creo, Los Caballos Locos. Yo no tenía ni idea de tocar la batería, pero me apañaba para los planos cortos.

-¿Usted se ha presentado alguna vez a un concurso?
-Claro, soy músico, tengo la carrera de piano. Y cantaba cuando hacía aquel mítico programa de TVE, «Escala en Hi-Fi». Participé en el festival de Benidorm, en el de Palma de Mallorca, grabé discos con canciones compuestas por mí... Cuando pienso en todo lo que he hecho en mi vida, me parece mentira.

-En realidad, esta película nos habla de la llegada de un virus...
-Una enfermedad que hoy está en su apogeo: hacerse famoso en la tele como sea se ha convertido en una epidemia, en un oficio. Las chicas quieren ser Belén Esteban y los chicos un «gran hermano». Como su fama dura muy poco, me imagino que las caídas son terribles.
(Luis está acostumbrado a vivir pegado a la popularidad como parte de su oficio: ya firmaba autógrafos siendo un chiquillo, y eso porque a los seis años debutó en la compañía de Doroteo Martí, el rey del melodrama, del culebrón teatral: «Yo era una lagrimita de Doroteo, o sea, el hijo abandonado por su padre que se quedaba solo con su madre; la obra se titulaba "Genoveva de Bramante». Pero, como a muchos de la vieja escuela, la fama nunca le ha importado, no le ha gustado figurar, le place, eso sí, definirse como un actor que se ha limitado a ser actor. «Camera Café» le convirtió en una estrella cuando ya iniciaba la retirada, y por la calle todavía hoy le llaman Gregorio Antúnez—su personaje—y le piden que diga lo que repetía en cada capítulo a sus empleados. «¡A la puta calle, todos!». Y Luis, que es buena gente, lo grita y luego advierte a los chavales: «Pero no lo digáis nunca, que está muy feo»).

-En el cine ha sido un eterno secundario. ¿Eso llega a dar complejo?
-No, nunca. Lo importante es trabajar. Hice protagonistas y muchos en la tele. Fíjese, hice el primer «Estudio 1» con Conchita Goyanes. Éramos dos niños. También tuve protagonistas en el teatro, claro. Y hoy me sobra el trabajo. Desde lo de «Camera Café» me han llamado para tres series y he dicho que no.

-¿Y eso?
-Las series son muy duras, no quiero sufrir más. Elijo lo que no me obligue a estudiar mucho y a levantarme temprano, lo más cómodo. Trabajo por no quedarme sentado en el sillón, que eso me asusta. Quiero moverme, pero sin pasarme. Así que digo: «Lo hago si me ponéis poco diálogo». Eso sí: procuro cumplir con la gente que me ha dado trabajo en buena parte de mi vida, por ejemplo con el teatro de La Zarzuela. Ahora hacemos gira con «Los sobrinos del capitán Grant».
(No canta, va de primer actor. En el teatro también ha hecho de todo: clásico, drama, comedia, zarzuela, revista. No le queda nada por hacer. Envejecer, dice, le pone de mala leche: «Que si tienes el azúcar alto, que si las transaminasas, que si los triglicéridos. Esto de cumplir años lo llevo malamente. Te empiezan a prohibir cosas y ya no paran; yo hago caso al médico el primer día, luego... Bueno, no es que haga locuras, porque me acuesto a las once y media, como poco y salgo por ahí menos, pero que no me quiten mi vinito y una copa de vez en cuando, porque si no, ¿para qué seguir aquí? Yo no sé salir y tomarme un agua mineral. No quiero ser el más sano del cementerio»).

-Volviendo a la película, ¿por casualidad usted fue un chico yeyé?
-En la película y en la vida. Mi juventud fue alegre, muy divertida. Además de cantar, lo bailaba todo. Recuerdo que los de «Escala en Hi-Fi» hacíamos espectáculos por todos los sitios, hasta trabajamos en aquellos famosos Festivales de España.

(No anda escaso de dinero. «Tengo pagada la luz y el jamón de york hasta el final, y es que, ¿sabe?, no he tenido tiempo de gastar»).