Barcelona

El Museo Picasso muestra 22 grabados en punta seca realizadas entre 1923 y 1971

El Museo Picasso de Barcelona presenta, hasta el 6 de enero de 2013, una selección de 22 grabados en punta seca hechos por Picasso entre 1923 y 1971, que forman parte de la colección y que no se muestran de manera habitual.

 Según ha informado hoy el museo, la propuesta, incluida en el precio de la entrada, se podrá ver en las salas de la colección y se enmarca dentro de la voluntad de mostrar, periódicamente, el importante fondo de obra grabada del Picasso, a través de presentaciones dedicadas a dar a conocer una técnica o un tema determinado dentro de la producción del artista.
 

El tratamiento de los rostros femeninos; los grupos de mujeres, desde las tres gracias clásicas de los años 20 a las mujeres conversando de los años 60, pasando por las bañistas de los años 30; el Minotauro; el espectáculo de las amazonas montando a caballo o conduciendo un carro; y el motivo de referencia de Picasso, el pintor y la modelo, forman parte de los temas presentes en esta selección.
 

La muestra finaliza con tres obras sobre la reflexión del pintor en torno a la mujer, la vida y la obra, respectivamente. Picasso exploró este procedimiento a lo largo de toda su vida de grabador y experimentó con planchas -normalmente, de cobre o de zinc- como técnica única, conjuntamente con otras técnicas como el aguafuerte o la aguatinta, o sólo para hacer algunos retoques.
 

La punta seca es una técnica de grabado que debe su nombre a la herramienta utilizada para trabajar la plancha: es una punta de material muy duro, afilada cónicamente y provista de un mango largo de madera o de otros materiales.
 

Pertenece al grupo de grabado en ojal, donde el corte o el trazo se ejecuta en profundidad sobre una plancha de metal. Se trata, por tanto, de grabado calcográfico, de incisión directa, donde la imagen que se quiere reproducir se surca directamente sobre el metal (cobre, zinc, acero o hierro) y la reserva de los blancos es la misma superficie de la plancha.
 
La tinta penetra en los surcos excavados y es la que transfiere la imagen al papel.

La incisión de la punta afilada sobre el metal deja unas rebabas en los rebordes de los surcos que, en el momento de la estampación, provocan unos efectos velados densos y, a veces, definen una línea ligeramente borrosa e irregular.