Hollywood

Vivien Leigh

La Razón
La RazónLa Razón

Siempre hubo divas, como Marilyn Monroe, que hicieron la vida insoportable a famosos directores de cine debido a su falta de seguridad e inestabilidad emocional. También las hubo altivas como Greta Garbo, insoportables como María Félix o desesperantes como Marlene Dietrich. Cara al público era fascinantes y crearon su propia leyenda ayudadas por los departamentos publicitarios de los grandes Estudios de Hollywood, pero a la hora de trabajar podían enloquecer al mismo Alfred Hitchcock, famoso por martirizar a sus rubias hasta la misoginia.

Vivien Leigh, la actriz inglesa que encarnó a Escarlata O´Hara como nadie, logró esconder durante años que era maniacodepresiva, un desorden mental que fue agudizándose con los años. Su carácter indómito y pendenciero le dio fama de ser una actriz problemática, intransigente y nada razonable en los platós y en la vida diaria.

Como la heroína de Margaret Mitchell, Vivien Leigh era de padre inglés y madre francesa pero O. Selznick no estaba dispuesto a darle el papel de irlandesa testaruda porque parecía demasiado «british» para encarnarla. George Cukor, sin embargo la vio «increíblemente salvaje» para ser Escarlata. Y lo fue, no para Cukor, que fue despedido, sino con su sustituto, Víctor Fleming, a quien ninguneaba y con quien discutía hasta convertirse en una pesadilla diaria. Todos ignoraban que Olivia de Havilland y ella se reunían en secreto con Cukor para estudiar sus interpretaciones.

Un aborto fortuito la sumió en su primera gran depresión, seguido de una tuberculosis y trastornos bipolares, cuyo tratamiento se resolvía entonces con electroshock. Desde entonces, las pelas con Laurence Olivier se recrudecieron, llegando al paroxismo en su gira teatral por Australia, donde llegaron a abofetearse en público. Su interpretación de la «frágil» Blanche DuBois agudizó sus depresiones, y su caída en el alcoholismo la abocaron a la enajenación y la locura transitoria. De vuelta a la normalidad, era incapaz de recordar nada, lo que propició habladurías sobre su agitada vida sexual, su ninfomanía y promiscuidad, como fabulan Porter & Moseley en «Damn You, Scarlet O´Hara», calificada con acierto por Roger Lewis de biopornografía.

Sus dos últimas películas, «La primavera romana de la Señorita Stone» y «El barco de los locos», completaron la imagen de depredadora sexual y actriz enajenada. Nadie puso en duda ni su belleza salvaje ni su grandeza interpretativa.