Navarra
22-O: ETA eleva el tono para exigir negociar
La banda recupera después de las elecciones el protagonismo e intentará forzar al Gobierno a un acuerdo y lograr la excarcelación de los presos >> Artículo de Francisco Marhuenda
Madrid.-El lunes comienza, sin duda, un nuevo tiempo político en el País Vasco, por las consecuencias de la participación de Batasuna, el brazo político de ETA, en las elecciones que se celebran hoy. Sin embargo, esa situación no debe llamar al engaño, porque hay algo que no ha cambiado ni parece que vaya a hacerlo. La existencia de la banda criminal, con sus armas y explosivos; la capacidad de hacer daño y, en cualquier caso, como amenaza latente. Además, no ha logrado, ni de lejos, los objetivos estratégicos por cuya consecución ha practicado el terrorismo durante varias décadas.
Según expertos antiterroristas, consultados por LA RAZÓN, pensar que ETA se va a conformar con que sus representantes se siente en el Parlamento vasco, como ya lo han hecho en el Congreso y el Senado, en ayuntamientos y diputaciones, constituye, sencillamente, un absurdo.
Es cierto que a la banda, gracias a las negociaciones que socialistas y nacionalistas mantuvieron con los terroristas durante la anterior legislatura, se les ha devuelto su «frente institucional», que resulta una pieza fundamental para el logro de sus objetivos.
ETA, sin su «brazo político», que se ocupa de transmitir a la sociedad día a día los fines de separatismo e implantación del socialismo utópico que precononizan, no pasaría de ser una banda de malhechores (que, de hecho, lo son). Logrado este objetivo, queda por completar el más importante: la independencia del País Vasco, con la anexión de Navarra; y, por supuesto, la excarcelación de todos sus presos (los de España y Francia) y la expulsión de las Fuerzas de Seguridad y de los Ejércitos de ambas comunidades.
La estratregia que vaya a seguir ETA a partir del lunes, que ya está milímetricamente planeada, se irá conociendo. En los primeros meses del año que viene, comunicarán, si les conviene, el resultado del debate interno, en el que han discutido lo que ya habían decidido «definitivamente»: si mantienen el silencio de las armas o vuelven a los atentados. Pero antes, por medio de comunicados u otro tipo de manifestaciones, se conocerán algunas pistas del camino que van a seguir. Lo que está claro es que no se van a disolver, que se quedarán ahí como «garantes» de lo que se puede acordar, algo así como el famoso anuncio del «primo» de los zumos.
También se puede asegurar, según las citadas fuentes, es que no van a renunciar a esos objetivos y que, por supuesto, como dijo Arnaldo Otegui, en un mitin celebrado en Pamplona, y repitió hace unos días en un medio digital catalán, «sin Navarra, no hay solución».
El panorama, por lo tanto, no llama precisamente al optimismo, porque lo que parece claro es que el Gobierno de la nación no les va a conceder ninguna de esas exigencias. Como reiteró hace unos días en Bilbao el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no se van asentar a negociar con los terroristas. Hacer otra cosa, aunque esté disfrazada de escritos firmados por los presos a cambio de acercamientos al País Vasco, sería un suicidio político. Y no estamos para eso.
Se trata, guste o no guste, de una situación de bloqueo muy difícil de gestionar. En la anterior legislatura, los socialistas, con el apoyo del PNV, optaron por el camino fácil de ir dándoles, en dosis sucesivas, lo que pedían. Para ello, pactaron un calendario de actuaciones o «cronograma». Con Rajoy al frente del Gobierno, todo eso es papel mojado y previsiblemente ETA tratará de ponerlo de nuevo en valor con el único sistema que conoce: la amenaza y, llegado el momento, los atentados, algo que pone «los pelos como escarpias» a los expertos oficiales, pero que debe ser tenido en cuenta. Si alguien no quiere matar o poner una bomba, entrega las armas y los explosivos, y se acabó el problema.
Las fuentes consultadas advierten de la inutilidad de esos análisis que se realizan desde organismos próximos al poder, en los que se da a ETA por derrotada, sin ninguna capacidad operativa y que, curiosamente, contrastan con los avalados por organismos policiales internacionales como Europol. Es verdad –agregan– que así se vive más tranquilo, pero eso no significa que el peligro no exista.
Nadie, en su sano juicio y con un poco de experiencia en lucha antiterrorista, va a pensar que ETA va a desaparecer a cambio de unos cientos de puestos en las instituciones. (Por cierto, que cuando Batasuna estaba legalizada, la banda cometía numerosísimos atentados y se las valía para no condenarlos, con aquello de que rechazaban todo tipo de violencia).
El Ministerio del Interior, con gran acierto, ha mantenido operativas las distintas unidades antiterroristas y, cuando se ha presentado la ocasión, ha procedido a la detención de miembros de la banda. Pero el tiempo que viene ahora va a requerir de un esfuerza adicional, en el que la obtención de información sobre los planes del enemigo (fueron primero los etarras los que no llamaron enemigos a los españoles) va a resultar fundamental. El lunes no termina, ni empieza nada. Continúa (por más que les pese a los que tantos informes vacuos han escrito) ETA y su amenaza terrorista. Al tiempo.
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