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La deuda privada por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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Uno de los principales errores que se ha cometido en España a la hora de diagnosticar las causas de la actual crisis económica es agarrarse a los asideros más fáciles y próximos. Como es de suponer, la deriva que cualquier análisis de este tipo tiene es la marcada por las visiones simplistas y maniqueas, conducentes a remedios que, en ciertas ocasiones, constituyen una cura parcial y, por lo tanto, torpe de las heridas. Por centrar la reflexión, a nadie se le escapa que uno de los grandes lugares comunes que ha generado la «cultura de la crisis» ha sido el señalamiento del sector público como culpable de primer grado de las calamidades que padecemos. Se habla de desmesura, despilfarro, vida por encima de las posibilidades, etc.. Y, en cierta medida, tales calificativos no andan muy desencaminados –aunque necesario es reconocer el excesivo ensañamiento con que se gestionan en la «opinosfera» cotidiana. El problema, a este respecto, es que nos equivocaríamos fatídicamente si acabásemos por fijar la mirada en un único punto, perdiendo la perspectiva más amplia del conjunto del paisaje. De hecho, la burbuja que han sufrido la mayor parte de los sectores políticos, sociales y económicos españoles durante el pasado más reciente ha sido generalizada, y ha tenido una expresión especial en el ámbito privado. Efectivamente, resulta obvio el hecho de que uno de los principales problemas que tiene nuestro país es el excesivo endeudamiento de las personas físicas y, por extensión de las familias. Durante los años de bonanzas, han sido muchos los préstamos e hipotecas que se han ido solicitando en previsión de la sostenibilidad de una capacidad económica homogénea o creciente a largo plazo. De igual manera que las administraciones públicas creyeron en un determinado momento que serían capaces de afrontar cualquier contexto económico, personas físicas y familias dieron por segura una fortaleza que, a la postre, se ha demostrado ficticia. Lo delicado, en este sentido, es que la enorme deuda privada que lastra a España no admite medidas directas como las administradas para paliar el déficit del sector público. Aquí, más allá de las iniciativas que promuevan la creación de empleo, no hay una solución general y ecuánime que permita vislumbrar una solución a corto y medio plazo. Se compró más de lo que se pudo; y ahora toca pagar con un escenario mucho más restrictivo y asfixiante. Los efectos de la macroeconomía sobre la microeconomía se harán esperar; mientras tanto, la deuda privada no hará más que tornarse más insoportable y frustrante.