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ANTOLÍN SANZ: «No conozco una profesión exenta de desleales escaladores o funambulistas»
Mi cita con Antolín es en el restaurante gallego Amarres. Me interesa comprobar cómo se desenvuelve este vetón por territorio celta. Y no es un capricho, es que los tiempos corren de viento Favonio, ese que partiendo de Cedeira inunda de azul y Pontevedra los aledaños del poder monclovita. La verdad, juego con ventaja, porque me ha contado mi alcalde de El Barco, el sabio y cabal hijo predilecto de Galicia por obra y gracia de la muy Enxebre Orden da Vieira Celta, la leyenda que hoy es marca y clave para los designios del poder. Agustín González sostiene sabiamente que sólo quienes estén bajo el amparo de esas brisas galaicas que preñan a su paso las yeguas apuntan altura… Mi amigo Agustín, sabio en piedras e historias honrosas, me ha contado también, con su retranca implacable, que el estilete parlamentario Popular de la Plaza de La Marina sabe que todo «genovés» que se precie alardea de ADN gallego, aunque me consta que Antolín Sanz no ha caído en ese travestismo oportunista de quienes sólo gustan bailar apretados con el poder…
«Me siento orgulloso de mi tierra, de su cultura y valores. Las circunstancias han hecho que una parte ya larga de mi vida la haya dedicado al noble ejercicio de la política. Si algo me atrae de esta actividad, es lo que tiene de servicio a los míos».
Nacido en el seno de una familia numerosa de diez hermanos, este «popular» en la Cámara Alta del parlamento español forjó su personalidad sobre los dos principios que rigieron la casa paterna: estudio y trabajo…
«Un jornal daba para lo que daba... De hecho, el que todos pudiésemos estudiar era una oportunidad, pero trabajar era una necesidad».
Trabajaste en el campo...
Recogíamos el girasol y lo segábamos en el mes de octubre, por eso me veía abocado a comenzar mis cursos siempre tarde.
Empezaste de muy abajo...
Gracias a que tuve que tirar muchas cañas en El Águila, aprendí a escuchar a la gente y, sobre todo, a comprender a los demás. Nunca he renegado de mis principios ni he olvidado mi camino.
¿Orgulloso?
Si de algo me siento orgulloso, es de que mis padres nos forjaran en el estoicismo y la humildad.
¿Cómo te dio por abrazar a esa dama casquivana de la política?
No sé de dónde sacas ese adjetivo. Conozco la política y no tiene nada de fácil, ligera, alocada o irreflexiva…
No me negarás que algo infiel sí que es…
No conozco profesión exenta de funambulistas, escaladores o desleales… La política no es ajena a las virtudes y defectos de la condición humana.
¿Por qué al abulense de cara afilada, pelo entrecano, corbata Lester y alianza en la derecha, le dio por la política…?
Casualidades de la vida. Conocí y conecté muy joven con un grupo de gentes esforzadas de Alianza Popular que dedicaban de forma desinteresada buena parte de su tiempo a Ávila. Me pidieron participar y, aunque en un principio me negué, pronto comprendí que o los jóvenes hacíamos evolucionar aquella sociedad, o jamás lograríamos normalizar nuestra convivencia.
¿La actual juventud participa de esas inquietudes?
Nuestras ilusiones de entonces tenían algo de épico. Había que conquistar la libertad, era tan utópico como ilusionante. Íbamos por los pueblos de la provincia tratando de que las gentes se nos unieran a un proyecto que buscaba el progreso... Quizá esa actitud de entonces ya no es tan frecuente entre los más jóvenes.
¿Malos tiempos para la lírica?
Ni peores ni mejores. Hay quienes pretenden llegar a la política para desocuparse o desinhibirse de una formación intelectual. Parece como si trataran de garantizarse un modus vivendi y no una decidida vocación por lo público. La política es una voluntad de servicio.
Antolín no ha perdido un segundo la compostura. En cada respuesta deja ese rastro de sobria naturalidad, distancia estratégica y frialdad premeditada tan propia de los de murallas afuera. Pese a lo medido de sus palabras, no resulta cargante o untuoso, a diferencia de otros que parecen transitar por la vida como dependientes mediocres de centro comercial. Puede que su actitud tenga que ver con no mostrar lo que quiere ser… Puede ser que ya lo sea… Puestas así las cosas, decido tomarme un respiro para el cambio de tercio y le invito a echar un rápido vistazo a la carta. Me fijo de reojo en su actitud para encontrar algún gesto que describa su personalidad menos evidente… Pero no hay manera... Espigado y pálido, cruza las manos y acaricia su alianza de oro clásica. Se me antoja que el de Horcajo de las Torres bien podría haber salido del rincón de algún lienzo de Zurbarán. No parece destacar, pero precisamente por eso mismo lo hace:
«Comencé en la política municipal, en el Ayuntamiento de Ávila. Resulta que corrió la lista y entré de concejal. Tuve la suerte de trabajar con un hombre como Ángel Acebes: equilibrado, de principios y valores. Él me hizo ver que la política merece la pena».
¿La nobleza es buen negocio?
Debería serlo. Tras esta dura crisis nada va a ser igual, especialmente en el quehacer político, donde la nobleza resultará indispensable.
Pues os queda mucho trecho, porque las encuestas os ponen a la cola de valoración social…
Me rebelo contra quienes sostienen que nuestra clase política no es valorada por los ciudadanos...
Para mí que os lo habéis ganado a pulso por no haber puesto a tiempo fuera de circuito a los indeseables…
El noventa por ciento de quienes nos dedicamos a la defensa del interés general somos gente seria, honesta y trabajadora. Me niego a pensar que diez puedan manchar a noventa...
Existe la generalizada sensación de que a esos diez nadie les hace pagar por sus responsabilidades...
Los políticos respondemos ante la ley igual que cualquier ciudadano. De hecho, ahora se van a poner en el ordenamiento jurídico español las normas suficientes para que se exijan responsabilidades políticas a los gestores públicos que no administran como es debido los recursos.
¿No es un poco tarde tras tanto cinturón, tanta gasolinera y tanta conversación telefónica pornográfica?
Nunca es tarde si la dicha es buena. Nosotros mismos hemos puesto en marcha esos mecanismos.
Tal vez nos ha faltado crear mejores modelos sociales, tanto para políticos como para ciudadanos corrientes y molientes….
Ahí es donde entra en juego la gran asignatura pendiente de la democracia. Me refiero a un modelo basado en los valores y principios de siempre. Ya va siendo hora de que la clase política no renunciemos a la defensa de los valores por un puñado de votos.
¿La solución pasa por las bases?
Hay que educar en un modelo que premie el esfuerzo. Sólo así conseguiremos una sociedad formada y crítica, alejada de la actual apatía.
¿Olvidamos a los maestros?
Y así nos va… El maestro ha perdido la autoridad. Es imprescindible que la recupere cuanto antes. Aquel que forma a tu hijo, cuando apenas tiene cuatro años y lo va educando integralmente, es vital para el futuro de nuestra sociedad. Sin embargo, hemos convertido el magisterio en una de las profesiones menos reconocidas de nuestro país.
Los legisladores fuisteis quienes os inventasteis el aprobado general…
Los políticos, y me incluyo, cometemos el error de querer dejar nuestra impronta, y en la enseñanza, cuanto menos impronta, mucho mejor.
¿Y la perversión del «todos aprobados»?
Siempre voté en contra. El que un chaval con suspensos pueda pasar de curso es una aberración.
Me estoy deprimiendo, paisano…
No hay por qué. Debemos saber aguantar el tirón de una crisis que es, por encima de todo y sobre todo, de valores. Hay que resolverla con decisión, coraje y trabajo. Nos va el futuro en ello.
Capaz de irradiar autoridad, no cae en el estomagante y frecuente autoritarismo de los empachados de moqueta, y es que sus hondas convicciones también se hallan, como no podía ser de otra forma, en su genética…
«Lo que más recuerdo de mi padre es aquello de: ‘Os voy a dar una oportunidad, me cueste lo que me cueste'. Y es lo que hizo».
¿El ejemplo es la mejor forma de educar?
Cuando hoy miro a los ojos a mi padre, con esa mirada perdida, impuesta por su enfermedad, recuerdo siempre su rectitud y se me hace un nudo en la garganta. Siempre fue hombre de pocas palabras, pero decía tanto…
Jodido Alzheimer, que acaba hasta con el pasado…
Sobre todo injusto. El final de la vida es el momento idóneo para recordar todo lo hecho, para compartirlo con tu familia… Estos enfermos ni siquiera lo pueden hacer… Es tan triste, tan inmerecido…
¿Y tu madre?
Es la ternura. Siempre fue muy dicharachera. Jamás perdió su sentido del humor. Ante las ausencias profesionales de mi padre, se ponía al frente de todo. Es una mujer sabia y abnegada de la que aprendí a respetar a los demás.
¿Se lo has contado a Claudia y a Guillermo?
Aunque mis hijos son todavía muy pequeños, ya les voy haciendo ver que son unos privilegiados y que disfrutan de cosas que yo ni siquiera fui capaz de imaginar. Ellos ya saben que es bastante probable que llegue un momento en que las circunstancias les impidan que puedan seguir teniendo todo aquello de lo que disfrutan ahora.
¿La amistad?
Ese sentimiento noble, profundo y sincero al que no le afecta la distancia.
¿La política?
Es tender puentes sin perder las convicciones.
¿Ejerces el poder?
Creo en liderazgos colectivos y no en los personales. Es cierto que alguien tiene que dar la cara, tanto para los abrazos como para que se la partan. Por eso creo que quien ejerce el poder no debe mandar, sino dirigir…
¿Cómo se hace eso?
Con mucha naturalidad, valorando y comprendiendo las demandas de los demás.
¿La política deshumaniza?
Conecto el factor humano a la gestión…
Deberías andarte con cuidado…
¿Y eso…?
Quien se sale de la disciplina de hierro centralista…
Si vas a la hemeroteca comprobarás que siempre, por encima de los intereses de partido, he antepuesto los intereses de mi provincia. Si veo que se hace algo que no va bien para los míos, lo digo. Primero en privado y después, si no se soluciona, en público.
¿Y cómo resuelves las contradicciones?
Con equilibrio, sin renunciar a los principios y poco a poco.
Ahora te he perdido…
Te pongo un ejemplo. Voté en contra de considerar matrimonio el contrato para la convivencia homosexual. Sin embargo, soy padrino de un íntimo amigo mío que, después de cuarenta años de convivencia con su pareja, decidió casarse. Y me siento orgulloso de haberlo hecho.
¿El valor irrenunciable?
La defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Cuidar a nuestros mayores y garantizar la necesaria igualdad entre hombres y mujeres.
¿Aprendiste a perdonar?
Vi morir a uno de mis mejores amigos cuando yo tenía 20 años y él 22. Se mató en el campo, donde trabajábamos juntos todos los otoños. Lo aplastó una máquina. Me rebelé contra esa injusticia...
¿Eres políticamente correcto?
Actúo en conciencia. Soy leal hasta las trancas con la gente que se muestra leal conmigo, por eso siempre puedo decir lo que pienso...
¿Y los palmeros?
No van conmigo, los quiero lejos.
¿El Senado es el gran incomprendido?
Probablemente, aunque es una cámara muy útil. Lo ha sido y lo es para la democracia y para el desarrollo de la calidad de vida los españoles.
¿Necesita una reforma?
Estrictamente de funciones, para adaptarse a los tiempos. Debería tratar en primera instancia todas aquellas cuestiones que afecten a los territorios, sin modificar el modelo de Estado. Eso sí, esta reforma debe hacerse con el mayor consenso posible.
¿Qué tal por casa…?
Mar y yo nos conocimos en la mejor época posible, en un momento de madurez personal y profesional. Casarme es lo mejor que he hecho en mi vida…
¿Te sientes comprendido?
Sé que no le dedico todo el tiempo que merece, pero siempre me respeta. Este oficio requiere muchos ratos fuera de casa. Cuando se habla de los políticos, debería recordarse que nuestra renuncia al tiempo familiar es un doble sacrificio compartido.
¿Te da miedo poderla perder?
Como buen abulense sé que lo importante no es la cantidad, sino la calidad… Es algo que sabemos compartir y practicar ambos.
Al llegar a los postres, cautivo y desarmado, desisto de mi intento… Tiene razón mi amigo Agustín González: esta forma de ser no se aprende… ¡Cosas del paisanaje!
DE CERCA
Aznar.
La democracia.
Rajoy.
La esperanza real.
Jesús Posada.
El diálogo.
Juan José Lucas.
La cercanía.
Herrera.
Un castellano y leonés de bien.
Acebes.
El equilibrio.
García Nieto.
La sensibilidad.
Pío García Escudero.
La discreta brillantez.
Fraga.
Nos dejó la bondad.
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