Actualidad
Teoría de la conciencia
¿Es casualidad que, ahora mismo, tres de los estados europeos con mayores apuros –Grecia, Italia y España– sean también los miembros de la Unión con más problemas de corrupción? En Italia llaman «Tangentópolis» al sistema de entrega y acuse de recibo de dinero a cambio de favores políticos. El Western Union de la «mordida», el precipitado que acelera los expedientes y unta de millones el trámite, que despabila la licitación pública. En Grecia no sé cómo se denomina a tal práctica, pero es mundialmente conocida su histórica podredumbre emanada de una oligarquía que ha frenado la modernidad del país y ha introducido en la vida pública un automatismo infecto que alcanza ya la categoría de rango biológico.
En España, en los años de nuestra añeja y «modélica» Transición, se conocía como «pelotazo» al vicio del lucro mediante artimañas rápidas y certeras que ponían «café para todos» en la cuenta corriente –nada corriente después de dar el golpe– de políticos corrompidos y deshonestos interesados en hacer «negocios». En la España triste y casposa de los años 80, la palabra «negocio» significaba «atrapa el dinero público y corre», la semántica de la palabra «negocio» sólo hablaba de ilegalidad y quebrantos morales. ¿Qué tienen de especial Grecia, Italia y España para que no cuaje en ellos una moral social robusta y firme que mitigue –ya que en ningún lugar del mundo parece que se pueda eliminar del todo– la corrupción, o que al menos la vuelva episódica? ¿Por qué la corrupción alcanza en estos países categoría de plaga endémica? Quizás nuestra historia contemporánea nos ha vuelto deterministas y somos incapaces de asumir la libertad sin vincularla a la fatalidad, incompetentes para instalar en el inconsciente colectivo una teoría de la conciencia, una salubridad en las costumbres. Y así nos va.
✕
Accede a tu cuenta para comentar