Ferias taurinas
TOREROS
Hay toreros que te dejan colgando minutos antes de empezar un programa en directo sin dignarse a avisar, y están los que los llamas un cuarto de hora antes de empezar un programa en directo y saltan de la cama para ponerse delante de la cámara con una sonrisa. Esta semana he conocido a uno de cada clase. El primero torea un día de estos en la feria; el segundo es «Rafaelillo» el hombre que acababa de conseguir una oreja en Las Ventas y el reconocimiento unánime de los críticos apenas unas horas antes de que el teléfono le cortase el sueño a descabello. No entiendo nada de toros; no tengo ni idea de lo que es un muletazo en redondo y no podría decir lo que es un astifino bragado y lucero ni bajo tortura; mi simpatía está dividida entre quienes solo ven la belleza de un espectáculo único y los que rechazan la muerte de un animal alucinante, pero lo que si tengo claro es que hay toreros y toreros, y, sobre todo, personas y personas. Unos son maestros dentro y fuera de la plaza; a otros, la calidad humana no les alcanza los bajos del capote. Una penita.
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