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Las lágrimas oficiales de la crisis
La ministra Fornero divide a Italia por mostrar su dolor en público
Han sido las lágrimas de la crisis, de los esfuerzos que los italianos deberán realizar para salvar a su país, al euro e incluso a la Unión Europea del desastre. La ministra Elsa Fornero, economista, experta en el sistema de pensiones y profesora de la Universidad de Turín antes de que Mario Monti le pidiese que le acompañase en el nuevo Ejecutivo técnico como responsable de Trabajo, explicaba el aumento de la edad de jubilación hasta los 66 años y la congelación de estas prestaciones durante 2012 y 2013 cuando se le quebró el gesto y le afloraron las lágrimas. No pudo seguir hablando justo cuando iba a decir la palabra «sacrificios». Al final le tocó terminar la frase a Monti, quien abandonó su habitual frialdad de político escandinavo para dejarse contagiar por la emoción de la situación.
Tecnocracia con alma
Las imágenes de Fornero llorando han dado la vuelta al mundo mientras que entre sus compatriotas, hacia quienes iban dirigidas, han provocado reacciones diversas. Hay quien las considera irritantes, una impostura, un intento de dulcificar la amarga medicina que les toca tragar a los ciudadanos. Otros, por el contrario, aseguran que el gesto de la ministra es auténtico y se conmueven. Dicen que las lágrimas demuestran que la política y la economía tienen alma y subrayan cómo han cambiado las cosas en unas semanas, pues ni el anterior jefe de Gobierno, Berlusconi, ni ninguno de sus ministros podrían haberse mostrado tan conscientes y coherentes con las exigencias que les pedían a los italianos.
Los humoristas del país, siempre agudos y volcados con la actualidad política, han ironizado sobre este hecho, pero sin ponerse entre ellos tampoco de acuerdo. Rosario Fiorello, tal vez el presentador y cómico más exitoso del momento (consigue audiencias televisivas superiores al 50%), dijo que antes los recortes los hacían los gobiernos y los ciudadanos eran los que lloraban, pero que si los que lloran son los ministros es que «estamos acabados».
A su lado, en el escenario, otro gigante del espectáculo, Roberto Benigni, no se mostró de acuerdo al afirmar que las lágrimas, que le «tocaron el corazón», le parecieron «sinceras y profundas». Para Angelo Baglioni, profesor de Economía de la Universidad Católica de Milán e impulsor de la publicación de análisis lavoce.info, el llanto estaba justificado, pues las medidas que el Gobierno de Monti ha aprobado para reducir la deuda y reactivar la economía son «muy duras, aunque necesarias. En las pensiones se hace un recorte muy fuerte. Se pide a los ciudadanos sacrificios, con un alto coste social. Son medidas razonables, que había que afrontar si queremos salir de ésta».
En su opinión, la reacción emotiva de Fornero constituye un gesto creíble y apreciable, pues muestra que «se siente responsable de lo que está haciendo. Significa que el plan de ajuste no lo han hecho a la ligera».
«Las lágrimas son de buena fe. Me parecieron espontáneas. Si uno se fija, se ve que trata de evitarlas, intentando sonreír, pero no puede hacerlo. Es un hecho que muestra un cambio. Durante años, parecía que los políticos siempre tenían que ser optimistas, construir una realidad positiva en la que sólo mostraban el lado bueno de las cosas», explica Edoardo Novelli, profesor de Comunicación Política en la Universidad Roma 3. En su opinión, el llanto de Fornero es la «antítesis de todo esto», tan bien representado por Berlusconi.
«No es política»
El hecho de que la ministra de Trabajo no sea una política profesional sino una experta que ha sido llamada a intervenir por una situación de emergencia puede haber influido. «Se ha visto catapultada al Gobierno para afrontar decisiones muy difíciles», apunta Baglioni. «Ni Fornero ni sus compañeros en el Ejecutivo liderado por Monti son políticos. No tienen que rendir cuentas en las urnas. De hecho, ninguna clase política tendría capacidad para hacer un plan de ajuste así, pues perdería el consenso de su base. El llanto es un lamento por lo que tenía que presentar a los italianos, es un sentimiento de injusticia por las medidas que, aunque duelan, es necesario aprobar», dice Novelli.
El gesto de la ministra de Trabajo no es una novedad en Italia. Fueron memorables las lágrimas de Achille Occhetto en 1991, cuando el entonces secretario general del Partido Comunista Italiano decidió la disolución de esta histórica formación. Ante miles de militantes y la plana mayor del PCI, Occhetto, en el palco de la presidencia, expresó toda la emoción del momento abandonándose en un llanto liberatorio. También dos ministras de Silvio Berlusconi se han dejado llevar por los sollozos en alguna ocasión. Una de ellas es Stefania Prestigiacomo, anterior responsable de Medio Ambiente, quien dejó caer lágrimas de rabia en un Consejo de Ministros por el ninguneo que sufría por parte de sus colegas. La otra es Mara Carfagna, modelo de calendarios eróticos antes de llegar al Ministerio de Igualdad, de cuyos trabajadores se despidió llorando.
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