Festival de Venecia

Joaquin Phoenix antes muerto que sencillo

El habilidoso juego entre realidad y representación de Joaquin Phoenix en los últimos dos años ha culminado hoy con el estreno en la Mostra de "I'm Still Here", el ¿falso? documental dirigido por Casey Affleck, quien ofreció hoy una ¿falsa? rueda de prensa en Venecia.

Joaquin Phoenix, a su llegada al Festival de Venecia
Joaquin Phoenix, a su llegada al Festival de Venecialarazon

La prensa italiana afirma que Joaquin Phoenix lleva unos días escondido en el Lido, y que ha cambiado varias veces de residencia para que no le encuentren los paparazzi. Desde que anunció su retirada del cine para dedicarse al hip-hop, la figura de Phoenix ha tenido que sobrevivir a una sospecha: ¿es su retirada una cortina de humo, un montaje faraónico para denunciar la falsedad de las apariencias de un mundo que sólo se alimenta de ellas o, por el contrario, es el acto sincero de alguien que quiere reencontrarse consigo mismo? El cuñado de Phoenix, y también magnífico actor, Casey Affleck, le ha filmado durante este tumultuoso año, marcado a fuego por la aparición de Phoenix en el «late show» de David Letterman, y el resultado es «I'm Still Here», que fue recibida ayer, fuera de concurso, con una gran ovación en la Mostra.

Es difícil saber si el documental es una gran «performance» que quizá está llegando demasiado lejos o la crónica de una estrella que se está volviendo loca. Cualquiera de las dos versiones es interesante: en el primer caso, Phoenix se ha transformado en una instalación artística ambulante que quiere demostrar que, en la sociedad actual, bajo la dictadura de las imágenes prefabricadas de los medios y la maquinaria del márketing, es imposible distinguir entre lo que es verdadero y lo que es falso; en el segundo, es fascinante contemplar los efectos de la fama sobre alguien que decide exponerse por completo ante la cámara, sin importarle hacer el ridículo o quedar como un iluso, un déspota y un verdadero estúpido, todo a la vez.

«Intenso y complicado»
Mientras tanto, Casey Affleck decide quedarse fuera, callado, como un amigo que detesta las despedidas de soltero y se ve obligado a filmar la de su alma gemela. Detrás de la máscara de «hombre intenso y complicado», etiqueta que le han colgado los medios, hay otra máscara, que es la del hombre que pretende buscar la verdad sobre sí mismo y sólo descubre un montón de basura.

En algunos momentos la acción parece preparada, casi teatral. Pero la mayor parte de las veces la confusión de Joaquin Phoenix –en especial cuando canta un rap ininteligible, cosa extraña en quien rechazó un doble de voz para cantar los temas de Johnny Cash en «Walk the Line», o cuando sale del programa de Letterman completamente devastado– parece completamente real, como si estuviera interpretando el papel de su vida, el perfecto certificado de defunción que servirá como colofón a una carrera breve pero polémica. «I'm Still Here» funciona como broma kamikaze que tiene todo el aspecto de una película conceptual, una bomba mediática a la que no le importa tanto el pulido de sus acabados como el impacto de su autorretrato, sea falso o no.


Rap, cocaína y prostitutas
«Estoy haciendo este documental porque no quiero interpretar nunca más el papel de Joaquin Phoenix». Esta declaración de principios en «I'm Still Here», sirve como interpretación de los intentos infructuosos de Phoenix para convencer al rapero Diddy de que le produzca su debut musical, de la noche que pasa entre cocaína y prostitutas, de las constantes humillaciones que inflige a sus asistentes, y de cómo uno de ellos se venga defecando en su cara.