China
El tamaño de Miguelín
Estoy en Shanghai. Tenía que ver con mis propios ojos, en la Expo, a Miguelín, ese bebé gigante que se ha convertido en el icono del pabellón español y que según dice ZP (Dios lo bendiga) es del tamaño de nuestra esperanza españolita. En cuanto he puesto los pies en China, me he sentido en mi salsa. No sé, se ha despertado mi vena maoísta y me ha embriagado un dulce aroma a juventud rebelde, a utopía, a Revolución Cultural. Me compro un ejemplar del Libro Rojo de Mao en el aeropuerto, en chino, que es más auténtico. Me pregunto mosqueada por qué no lo declaran lectura obligatoria en los colegios, para que los hijos de la ciudadanía vayan aprendiendo a convertirse en buenos obreros pues dicen que su lectura ilumina y estimula la producción. Tomo notas del capítulo «El imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel». Mi entusiasmo no desmerecería a un «guardia roja». Conforme voy andando por las calles me entran ganas de quemar libros, arrestar contra-revolucionarios y saquear museos. Opto por comprarme un bolso falsificado de Prada que, al volver una esquina, me ofrece una señora china de cierta edad, con una insistencia comercial que me deja anonadada. Más que proponer, me exige que lo compre. El bolso es bastante chulo, bien pensado. No me extraña que tengamos ese déficit comercial con China, visto lo visto. Pago y sigo andando, pensando que no me costaría nada adaptarme al ambiente de la ciudad. Me encanta Shanghai. Ya me veo como la Leire Pajín del Partido Comunista Chino. Reconozco que las mías son fantasías de grandeza, pero ¡soñar cuesta tan poco!… Mucho menos que el bolso falso que me acaban de endosar y al que, por cierto, ya se le ha roto la cremallera y eso que ni siquiera la había abierto todavía. Por fin veo a Miguelín. Caigo rendida ante la magnitud del poder españolito encarnado en este bebé gigantesco que deja flipando a los visitantes chinos. Ríete de las pirámides. Ríete de la Estatua de la Libertad. «El engendro ha sido fabricado en un taller de los USA, por los mismos que hicieron los muñecos de Alien y Starship Troopers», oigo a un compatriota listillo que le da explicaciones a su novia. «Pues a mí me parece que este Miguelín tiene cara de ‘‘colgao''…», suelta la chica. Los dos dejan escapar unas risitas de conejo. (De conejo retrógrado, o sea).
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