Estados Unidos

OPINIÓN: Nuestra libertad en Afganistán

La Razón
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Una mañana, Shamsia Husseini marchaba a la escuela por las calles embarradas de Kandahar. Un hombre en motocicleta se acercó y le preguntó: «¿Vas al colegio?». Entonces le roció la cara con ácido. Las cicatrices ahora le recorren los párpados y su rostro deforme. Ya no puede leer.

Shamsia es una de las miles de jóvenes que son atacadas cada año por aspirar a una educación. Y forma parte de la mayoría afgana que, según las encuestas, quiere que Estados Unidos y la OTAN se queden hasta liberarles de la tiranía talibán. Porque la de Afganistán es una guerra justa. De la victoria depende la libertad de los afganos; también el futuro de un Occidente amenazado por el terrorismo islámico. Aquella es una guerra que habría que ganar. Que se puede ganar. Pero ha entrado en el camino de la derrota por falta de liderazgo, convicciones y determinación de quien primero debía mostrarlas: el presidente de Estados Unidos.

El debate Zapatero-Rajoy demostró ayer que no hay esperanza para Shamsia y las jóvenes afganas. Un Gobierno de pacifismo irresponsable, atrapado en sus complejos, aguarda la oportunidad para escapar. Una alternativa de gobierno esquiva a todo compromiso que irrite a la mayoría, ya cegada por la propaganda, que exige la retirada de nuestras tropas. El mismo escenario se repite en los parlamentos de esta Europa cansada para el sacrificio. Nada de sangre, sudor y lágrimas. Aunque sea en defensa de la libertad. Hoy de los afganos. Mañana quizá la nuestra.