España
Un Velázquez muy crudo
Artur Barrio trabaja con materiales de desecho, sangre y vendas, y su trabajo transgresor le ha hecho merecedor a este portugués afincado en Brasil del Cervantes de las artes, cuya noticia recibió ayer en su casa de Oporto.
Transgresor y radical son dos adjetivos que le cuadran bien a Artur Barrio y que el jurado del X Premio Velázquez de Artes Plásticas ha tenido en cuenta, como también «la universalidad de su lenguaje, desarrollado a través de unos materiales no convencionales, crudos, perecederos y degradables» y «la radicalidad del uso que hace de los mismos dentro y fuera de la institución del museo».
Quizá por el hecho de que le consideren transgresor y radical le sorprendió tanto ayer la llamada de la ministra de Cultura: «No puedo decir que no estoy contento, porque así es, pero premiar un trabajo como el mío creo que es un riesgo. Ya sabe que dicen que está envuelto de radicalidad y polémica. Siempre se escribe eso cuando se habla de mi obra», comenta Barrio al teléfono, que no ha parado de sonar. «¿Que si lo aceptaré? No voy a decir que no, crearía una nueva controvertida», se excusa a carcajadas.
El «manifiesto» de 1970
«He recibido muchas felicitaciones de España y resulta simpático, por supuesto», asegura. Sobre todo para un artista que está radicalmente en contra de los premios, los circuitos artísticos, los museos y las galerías. Así lo puso dejó claro en su «Manifiesto» de 1970. Y hoy lo mantiene, aunque vendrá a España a recoger el Velázquez. «Si no ha dejado de sonar mi teléfono imagino cómo deben sentirse esos artistas célebres que son estrellas», comenta. Habla con la voz pausada en portugués y salpica la conversación de risas. Vive en Oporto (su ciudad de nacimiento), cerca del río, y no sabe aún qué hará con los 125.000 euros que recibirá por el galardón.
«Quizá los invierta en una casita pequeña». El mar es una de las pasiones de este hombre barbudo de 56 años que bucea en cuanto puede por el Mediterráneo («un mar tan particular») y el Atlántico y a quien su velero dio un susto hace poco tiempo. Toda su carrera la ha realizado en Brasil, donde decidió ampliar sus horizontes. Con veinte años emprendió el camino de la pintura y dos años después ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro. Pertenece a la generación de artistas de la época de la contracultura de los 60 con una obra que participa del dadaísmo, las teorías del grupo Fluxus, los Situacionistas, y la Escuela de Viena (tiene ecos de las creaciones de Hermann Nitsch en cuento al sentido del dolor).
No considera sus instalaciones y performances como obras de arte acabadas, sino al servicio de un público que debe interactuar con ellas. «Ése fue mi planteamiento cuando empecé y lo mantengo porque continúo con la misma línea. Yo no entiendo el arte en el sentido formal. No hay un arte, hay bastantes. No sólo cuentan las creaciones que se exponen en los museos o las galerías, el puro ‘‘bussiness''. Tengo y mantengo otra visión», explica.
Paquetes sangrientos
A él se deben las «site specific» u obras que tienen su razón de ser para un espacio determinado con un tiempo de vida efímero. Un ejemplo es la instalación «Situação T/T1» (Desarrollo de la situación del cuerpo)», construida con paquetes sangrientos y atados. Estratégicamente los situó en un parque público para provocar la reacción de los transeúntes antes de que llegara la Policía. Siempre en el límite, Barrio ha trabajado con carne, sangre, heces, orina, sal, café molido y papel higiénico. El Centro Pompidou adquirió en 1975 obras como el «Libro de la carne» y a mediados de los años 80 participó en la Bienal de Sao Paulo.
Sin embargo, y aunque pueda parecer chocante, dice: «Yo soy un clásico. Admiro a los grandes de la pintura. En España hay verdaderos maestros, desde los de las cuevas de Altamira a Muntadas, pasando por los maravillosos grabados de Goya, Velázquez, Juan Gris y Pica- sso. Los artistas actuales no me interesan ni me gustan nada». No pierde tampoco de vista a sus contemporáneos Oiticica, Lygia Clark y Lygia Pape y cuando se le pregunta por la obra que preparará para representar a Brasil en la Bienal de Venecia (a donde se marcha el domingo) se muestra esquivo: «No sé qué voy a presentar.
La intensidad del arte es como la intensidad del amor, aunque le diré que voy a ser fiel a mi línea». Artur Barrio no se considera «ni portugués ni brasileño, sino un creador internacional, un artista más que tiene características de ambos», aunque tampoco le importaría haber nacido en España, un país que adora, aunque no se explica el por qué su nombre es tan desconocido aquí: «Será, quizá, porque yo no he enviado mi curriculum a galerías ni a centros de arte, pero creo que a partir de hoy (por ayer) me van a conocer un poco más, ¿verdad?».
✕
Accede a tu cuenta para comentar