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Sin voz ni voto

La Razón
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Les han callado y se han callado, dijo de ellas Iñaki Arteta, que trató de recuperar su memoria en una emotiva película. Son las otras víctimas de 50 años de terrorismo. Víctimas sin voz, de las que nadie habla: las del exilio. Alrededor de 150.000 vascos expulsados de una tierra que es tan suya como de quienes quieren apropiársela. Recuerda Arteta a ese joven anónimo que se enteró de que su padre no había muerto en un accidente de tráfico cuando llamaron a su casa de la Oficina de Víctimas y él cogió el teléfono en lugar de hacerlo su madre. No pudo contar su historia para preservar la identidad del miedo.
Se acercan las elecciones y regresa la posibilidad de que los cómplices de ETA recuperen un lugar en las instituciones democráticas. Recelo de las prisas por reconocer voz y voto a quienes con el terror hicieron que tantos los perdieran para siempre. Si la apuesta por el arrepentimiento y el rechazo de la violencia son sinceros, no tendrán problema en aceptar la cuarentena que Basagoiti propone para que demuestren que no estamos ante otra trampa. Cuatro años de buena conducta por cincuenta de sangre, dolor, muerte y exilio. No es pedir mucho. Claro que el Gobierno de Rubalcaba tiene otras urgencias. Y ETA no hace nada gratis.