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Inmovilismo en Túnez
Hace exactamente un año, decenas de miles de personas se manifestaron en la mayor protesta organizada en Túnez frente al Ministerio del Interior, en la avenida Habib Burguiba. Ninguno de ellos se imaginaba lo que iba a ocurrir horas después ni mucho menos el rumbo que iba a tomar su revolución
El pueblo tunecino, motivado por el joven que se prendió fuego en diciembre, por la falta de oportunidades y por el régimen escandalosamente corrupto de Zine el Abidine Ben Ali, gritó al unísono «Degage!» (fuera) y consiguió, por primera vez en la historia de los países árabes, derrocar a un presidente, que llevaba 23 años en el poder.
Tras los meses posteriores llenos de incertidumbre, alegría y esperanza, el resultado de las primeras elecciones libres en Túnez cayó como un jarro de agua fría entre los jóvenes y los revolucionarios que se jugaron la vida por sus derechos. El partido islamista Enahda triunfó el 23 de octubre y, con su victoria, el miedo a un Estado religioso regido por la «sharía» aumentó entre la población.
El activista Skander Mzah soñaba con montar su propia ONG, pero la todopoderosa mujer del ex presidente, Leila Trabelsi, se atribuyó el control de las obras de beneficiencia. Hoy, este estudiante de Medicina, de 25 años, ha logrado su meta, sin embargo no tiene ninguna palabra de afecto hacia la nueva clase política de su país. «Parece que les han dado cargos con relación a los años que han estado en la cárcel durante el régimen», explica Mzah, ya que la mayoría de islamistas fueron duramente perseguidos. «El ministro de Sanidad, cinco años en la cárcel; el primer ministro, 15 años… pero cómo se puede hablar de ellos como personas con habilidades para gobernar un país», lamenta.
Lo más positivo ha sido el florecimiento desde el pasado 14 de enero de decenas de medios de comunicación. Los periodistas comenzaron a escribir sin miedo. De hecho, como recuerda Melek Lakdar, reportera del diario «Le Temps», «muchos ciudadanos nos criticaron por haber estado tan ligados al antiguo régimen; ahora hemos vuelto a recuperar la confianza de Túnez, pero paralelamente el nuevo Gobierno recupera prácticas en contra de la libertad de expresión». Y pone ejemplos de periodistas agredidos por policías y la manifestación, el lunes pasado, de los principales medios de comunicación para luchar contra la censura y las nuevas tentativas de la violación de la libertad de expresión. Lakdar, de 31 años, ha reflexionado estos días y aunque es mucho más feliz que hace un año tiene desconfianza en el futuro de Túnez. «Y miedo como mujer y como periodista, que soy doblemente atacada, pero me he dicho: cabeza fría y a seguir luchando». El bloguero Youssef Cherif, de 28 años, lo primero que hizo cuando Ben Ali cayó fue escribir todo tipo de palabras horribles en su blog. «Antes medía todo lo que ponía. Es increíble de todo lo que se puede escribir ahora». Cherif, que ahora tiene trabajo, confiesa haber sido optimista, pese a la victoria islamista, hasta hace tres días. «He visto cómo la propaganda del antiguo régimen ha vuelto a ponerse en marcha y me siento desengañado».
Para Khaled Ben Jalia, de 49 años, un importante hombre de negocios de Túnez que también pidió a Ben Ali, hace un año, que se fuera, esto es sólo el principio de algo bueno. «Ya conseguimos nuestro primer cometido. Después echamos a todos los del RCD de sus puestos. En octubre votamos en libertad. Ahora sólo queda recuperar el país económicamente, pero se necesita tiempo». Su voto fue para el partido Enahda, por lo que su tono es esperanzador y sigue proponiendo nuevas ideas con alcance internacional.
Durante la revolución las Fuerzas de Seguridad asesinaron a 234 personas. Ha pasado un año y los familiares de los mártires se sienten abandonados por el Gobierno y la Justicia de Túnez. Slim, el hermano de Meriem Zantouti, murió, precisamente, hace un año. La bala de un francotirador del régimen le atravesó el pecho. Ella no soporta caminar por Túnez y pensar que el asesino de su hermano está libre. «Ya ha pasado demasiado tiempo, tienen todas las evidencias para condenar y no han hecho nada. Tampoco para traer a Ben Ali». Zantouti, de 27 años, no está nada contenta con el actual Gobierno: «Sé que son nuevos, pero el tiempo pasa muy deprisa. El Gabinete se está centrando en temas que no son tan importantes como la economía, el desempleo y la pobreza». A su hermano le hubiera gustado ver en este 14 de enero de 2012 un «nuevo Túnez más seguro, más leal y digno y, por supuesto, como a todos los tunecinos, a Ben Ali, a Leila Trabelsi y su familia en el banquillo de los acusados».
La plaga de los «bonzos»
Todo comenzó cuando Mohamed Buazizi se prendió fuego el 17 de diciembre ante la falta de oportunidades. Ingeniero informático, que se había tenido que dedicar a la venta ambulante de verduras, recibió una bofetada en la comisaría por quejarse. Murió en enero, y con su muerte dio aliento a la revolución tunecina. En los últimos días, las inmolaciones no han dejado de sucederse. El miércoles una mujer de 46 años murió así en Sfax. El 5 de enero un padre de tres hijos se prendió fuego en Gafsa. Falleció este martes. El 1 de enero un hombre también lo hizo en Sidi Bouzid, de donde era Buazizi. En esa misma semana, otros dos hombres se inmolaron en Bizerte y Siliana, pero han sobrevivido. Esta nueva oleada, que ha aumentado un 500% según la BBC, sólo se entiende en un contexto de desesperación y agonía para los tunecinos por la falta de alternativas.
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