Cuba
De Sadam a Gadafi
Si dependiera de Carme Chacón, la OTAN ya habría entrado con sus blindados en Trípoli para cardarle los tirabuzones al lisérgico Gadafi y sentarlo en el banquillo del Tribunal Penal Internacional. Con las ganas que tiene Garzón de tocar balón, en menos que canta un faisán le podría hacer al coronel libio un traje de fallera mayor con ajorcas a juego. Sin embargo, no es el ardor guerrero lo que mueve a la ministra de Defensa, sino los «motivos humanitarios». El Gobierno parece sentirse ahora muy cómodo con esta doctrina de los «motivos humanitarios», a pesar de que abominó de ella cuando el sátrapa asesino se llamaba Sadam Husein y gaseaba a sus víctimas por millares. Es cierto que cambiar de opinión, aún en cuestiones fundamentales, suele distinguir a los espíritus sabios y juiciosos. Zapatero, por ejemplo, no sólo ha variado radicalmente su discurso económico en apenas tres años; también ha cambiado de criterio en política internacional y si en 2004 viajó a Túnez para pedir a los aliados que siguieran sus pasos y se retiraran de Irak, la semana pasada volvió a la capital tunecina para predicar la democracia, hablar de su abuelo republicano y animar a los árabes a luchar por la libertad. Nada que objetar, al contrario, es muy plausible su mudanza. Si además cerrara ese club de la Alianza de Civilizaciones que comparte con personajes tan siniestros como Ahmadineyad y el propio Gadafi, la reconversión sería completa. Ahora ya sólo falta que la fiel infantería del «No a la guerra» y el «Nunca mais» siga sus pasos y salga a la calle para pedir la «intervención humanitaria» de la OTAN en Libia. Es verdad que en esta ocasión no hay manera de culpar a Israel del genocidio, ni de llamar asesino a José María Aznar, ni de ciscarse en Bush, pero la felicidad nunca es completa. Además, el sufriente pueblo libio bien merece que los «willys» y los «wayomines» organicen una flotilla solidaria al estilo Hamas en su apoyo y sostén. Y si la experiencia tiene éxito de crítica y público, que la repitan más adelante con Cuba, donde al parecer el pueblo padece algunos problemillas de personalidad: allí también gobierna desde hace 40 años una familia tan unida y tan bien avenida como los Gadafi, los Castro. De hecho son muy amigas entre sí y se intercambian experiencias.
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