Cataluña
César no te signifiques
Los recuerdos que me llegan de la infancia y la adolescencia están pespunteados de advertencias encaminadas a facilitarme la existencia. El «Ponte la bufanda», «Come pan» o «Tápate la boca» van de la mano con una frase que repetía mi abuela con tono solemne: «No te signifiques». El consejo de mi abuela era el equivalente al «no se meta en política» que Franco le espetó a un ministro y que constituye toda una radiografía de la época. Si uno no se metía en política, la dictadura de Franco podía resultar relativamente benévola por más que hubiera censura o que fuera obligado el pluriempleo para sobrevivir. Si se pasaba por alto esa regla elemental, la vida se podía poner muy cuesta arriba. Si lo sabría mi abuela que tuvo a un hermano en la cárcel por ser del PCE… No estoy yo nada convencido de que el franquismo contara con el respaldo mayoritario de la población –desde luego, Franco no estuvo dispuesto a comprobarlo mediante unas elecciones libres– pero sí tuvo entusiastas y, desde luego, tras la guerra civil y la posguerra, logró convencer a millones de españoles de que lo mejor era no meterse en política. Hubiérase esperado que semejante conducta desapareciera con la Transición, pero, en buena parte de la sociedad española, ese cambio no se produjo jamás. Por ejemplo, en aquellas regiones donde el nacionalismo hizo acto de presencia, la respuesta de la población ha resultado semejante a la del franquismo. Permítaseme mencionar dos botones de muestra. El primero es esa reciente encuesta realizada por el Gobierno catalán que da como resultado que el 43% de los catalanes sean partidarios de la independencia y el 70% afirme que Cataluña es España. ¿Son los catalanes independentistas? En su mayoría no, pero hace décadas que optaron por el «no te metas en política». Buena prueba es que cuando hubo que votar el referendum del estatuto catalán, la mayoría se fue a la playa o se quedó en su casa. Algo semejante sucede en las Vascongadas. ¿Se cree la mayoría de los vascos las majaderías de Sabino Arana o suspira por la independencia? Ni por aproximación, pero sigue el principio tan querido a Franco de no meterse en política. Así se explica, por ejemplo, que las librerías vascas que quemaban los salvajes de extrema derecha en los años setenta hayan sido las mismas que han arrasado los bárbaros nacionalistas en las décadas siguientes. En ambos casos, me temo que los que salieron a la calle en los setenta para solidarizarse con el librero amenazado y agredido han sido los mismos ciudadanos que lo hicieron ya en democracia. Con seguridad, la inmensa mayoría no cree en el Rh vasco, en Bildu o en la creación de una Cuba cantábrica. Incluso puede que se dé de bofetones en la intimidad pensando que sus hijos nunca conocerán bien el español porque la enseñanza la reciben únicamente en ese hermoso dialecto del provenzal denominado catalán. Aquellos que aclamaban a Franco cuando iba a San Sebastián nunca asumirán el riesgo de significarse y así, de la misma manera que el general pudo seguir en el poder hasta exhalar su último aliento, el día menos pensado Bildu nos anuncia que la hora de la independencia vasca ha llegado. Y es que como decía mi abuela, no hay que significarse.
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