Pepe el turco

Cuando, en «Vente a Alemania, Pepe», José Sacristán volvía a su pueblo para pavonearse ante los pobres diablos que aún llevaban boina y palillo entre los dientes (léase Alfredo Landa), no contaba la cara B de la experiencia de los inmigrantes: la degradación, la morriña, el sentirse extraños en un lugar hostil. «Almanya. Bienvenidos a Alemania» quiere ser fiel a esa nostalgia por la patria chica mientras examina si ese sentimiento de no pertenencia se ha transmitido de generación en generación. La comunidad turca se ha hecho un sitio en la Alemania de Angela Merkel, aunque la película invierte su tiempo en explicar que los comienzos no fueron fáciles. Lo hace con un sentido del humor más bien grotesco, vulgar y populista –hay una escena onírica que ridiculiza los tópicos del carácter germano que haría las delicias de Cruz y Raya–, para que el espectador empatice con la nostalgia de los turcos de la vieja guardia, pero también entienda que los jóvenes quieran perder sus raíces en nombre de la integración. Algo peor: la segunda parte del filme, que narra el viaje de vuelta a Turquía del patriarca acompañado de toda su familia, resbala sin remedio sobre el aceite del sentimentalismo.