Conciertos

La España yeyé

La Razón
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¿Quedan todavía en España chicos y chicas yeyés? Yo creo que en el reciclaje de posiciones urbanas sí que abundan. Basta con salir a la calle y ver a mozos con flequillo y caderas agitadas siguiendo a muchachitas en flor con el pelo alborotado y las medias de color. Es una opción popular de tomarse la vida con alegre cromatismo, aunque el otro día pregunté a mi sobrino de 9 años, que es muy bailón, si conocía el twist y me dijo que no. Bastaron un par de lecciones para que se hiciera un adicto escuchando a Conchita Velasco entonando el «No te quieres enterar, yeyé…».

Ahora que se ha muerto Augusto Algueró me viene a la cabeza este episodio de hace un par de días, que demuestra una vez más que hay canciones que siguen funcionando décadas después igual que cuando nacieron. Y revive la memoria con esas películas en las que la Velasco representaba a esa incipiente modernidad ibérica que se enfrentaba a la canción racial española que encarnaba Manolo Escobar. Bien mirado, Algueró era un músico absolutamente moderno con formación académica, que prefirió la música popular antes que dedicarse a solemne compositor y concertista. Con su aspecto trajeado, media melena laqueada, unas gafas de tamaño mayúsculo y una sonrisa cosida a la boca, a los niños de la época nos parecía un señor muy respetable hasta que de pronto le veíamos en una foto patilludo y con camisa floreada en alguna juerga junto a Carmen Sevilla.

Don Augusto le puso música al cine y la televisión de una época, en la que España empezaba a pasar del blanco y negro al color. Se habla mucho de «Penélope», la melodía que hizo para Serrat, pero es mucho mejor la «Noelia» para Nino Bravo que a veces intentamos malamente interpretar en el karaoke. Pero yo tengo particularmente en un altar las canciones de Marisol, «Estando contigo», «Corazón contento» o «Tómbola», y las bandas sonoras de más de una década que llegaron a marcar un género de películas. Y es que uno sigue siendo yeyé para la eternidad.