Melilla

La fotografía que no nos dejaron hacer

La fotografía que no nos dejaron hacer
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De vuelta al hotel, el fotógrafo trata de salvar alguna instantánea. En blanco. Todas las tarjetas de memoria aparecen desiertas. Se van borrando a medida que Díaz trata de visionarlas en la cámara. Aparecen unos segundos y luego se funden en blanco. Se esfuman irrecuperables. Sólo las imágenes captadas desde el avión, las nubes del cielo que cubre Melilla, siguen fijas en la pantalla. También la foto en la que se atisba a vista de pájaro el dique del puerto bajo control marroquí ha desaparecido.

 

Las fotos de la discordia, que Díaz trató de tomar desde lo alto de una azotea marroquí y que nos valieron seis horas de detención, fueron captadas ayer desde el suelo en la «tierra de nadie». El fotógrafo dispara rápido, varias veces, y al minuto se aproximan un par de agentes que ocupan de forma ilegal la zona de seguridad entre los dos países, que debe estar desierta. Con el trabajo hecho, esta vez sí, desandamos nuestros pasos hasta el puesto de Policía español.


Las pancartas siguen en su sitio. «No aceptamos más agresiones españolas discriminatorias», rezan los carteles en árabe y español. La «agresión» al trabajo de los dos reporteros de LA RAZÓN no parece despertar el interés reivindicativo de los agitadores.


Los agentes marroquíes destruyeron las imágenes de la frontera «por motivos de seguridad» y, de paso, se llevaron por delante la labor del fotógrafo de toda la jornada. En la cámara también había fotos de Melilla, ciudad autónoma española, que buscaban ilustrar las palabras que se publican en este periódico. Corrieron la misma suerte que las otras. Condenadas al blanco del olvido.