«Black heaven»: Pasión virtual

Gilles Marchand, el guionista de la muy estimable «Recursos humanos», parte en su segundo largo como director de una premisa, aunque algo trasnochada, interesante: evidenciar el peligro de las realidades virtuales, destapar los deseos, a veces tan oscuros, de quienes se esconden tras las máscaras quelucen los alter egos en «Second Life», por ejemplo. Y para ello viaja hasta el sur de Francia, donde Gaspard conoce a la fascinante, peligrosa Audrey, una «femme fatale» amante de los juegos en red que coquetea con la muerte propia y ajena. Gaspard siente una violenta pasión por la joven desde el principio, de ahí que también se cree un avatar para buscarla en Black Hole, una ciudad que non existe más que en la pantalla de un ordenador donde ella está siempre. Algo está claro: Marchand quiere a Kubrick (sobre todo, por «Eyes wide shut», qué visionario fue el maestro) y Lynch, lo que evidencia sobre todo la primera parte de la película. Y hay mucha ambiguedad y misterio; pero jamás consigue engatusarnos del todo el sombrío carisma de la trágica Audrey, ni emocionar la mortal atracción de Gaspard por la chica. Un final precipitado confirma las carencias de una cinta ambiciosa que intenta combinar tanto la realidad y la ficción que acaba mareada. Normal.