Estados Unidos
Algo en el aire
Un muchacho me dijo hace unos días que notaba una cierta tensión ambiental que iba más allá de sus otras sensaciones personales, una especie de ansiedad geopolítica, como si algo en el aire barruntase un cambio histórico inminente. «Una guerra –le dije– una gran guerra». En efecto, también yo barrunto desde hace algún tiempo que el mundo se prepara para un gran acontecimiento y que sólo entonces la gente volverá a tener esa ilusión impetuosa y colectiva que sacude al mundo cada vez que la humanidad necesita levantarse de un mazazo. No ocurre nada semejante desde la II Guerra Mundial y yo creo que la situación actual es la consecuencia de un tedio insoportable que probablemente sólo podrá superarse con una sacudida social de grandes proporciones. Puede que no haya señales objetivas claras de que algo semejante pueda ocurrir, pero las grandes convulsiones sobrevienen por lo general en medio de una calma aparente e inquietante, como sobrevienen los seísmos sin que los hayamos previsto siquiera tomando en serio el nerviosismo de los perros. Las grandes potencias ceden en su hegemonía y el mundo se fragmenta en una multipolaridad semejante a la que en otras ocasiones precedió a las grandes guerras. Cada vez hay más países con posibilidades de influir en los destinos de la humanidad y ése será seguramente el motivo por el que se precipite una política de alianzas que lejos de enfriar las cosas, las pondrá en ebullición. Ocurre a escala cuando en una pandilla de chavales se resiente la autoridad del líder y cualquier muchacho se ve con posibilidades de manejar al grupo. Además, es bien sabido que en situaciones de crisis económica generalizada, los generales son siempre más influyentes que los economistas, entre otras razones, porque las soluciones que se muestra incapaz de dar la economía, las facilita sin remedio la guerra. En Estados Unidos hay indicios de repliegue y la vieja Europa a duras penas es capaz de reemplazar las flores de sus cementerios. En oriente emerge China con su obvia voracidad comercial y graves problemas demográficos que piden a gritos una expansión territorial. ¿Ocurrirá en el mundo como cuando Hitler movió sus tanques y al poco tiempo estalló la II Guerra Mundial porque ni Francia ni Inglaterra movieron un solo dedo por pelearse? Puede ser. Al fin y al cabo, los grandes conflictos siempre sobrevienen cuando la furia llega con retraso, pero a tiempo, después de que por falta de dignidad haya fallado el orgullo.
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