La emoción sin palabras

Como el Pierre Menard que reinventó «El Quijote» copiando palabra por palabra la novela de Cervantes, Michel Hazanavicius ha imitado la creativa gramática del cine mudo para facturar una película que, fotograma a fotograma, reniega de su condición de calculado «pastiche» para resucitar la emoción que nace de imágenes aún por contaminar. No es la primera vez que Hazanavicius se acoge a las estrategias de la metaficción: demostró lo cerca que esta práctica está de la vanguardia en «La classe americaine» y la llevó al terreno de la parodia en dos títulos en los que el actor Jean Dujardin reinterpretaba la elegancia de James Bond bajo el prisma del cine de espías europeo. En «The Artist» niega la muerte del cine tal y como lo conocemos reivindicando su vitalidad en tiempos de cambio –ayer, el paso del mudo al sonoro; hoy, el paso del celuloide al digital–. El simulacro, pues, nos proyecta hacia la verdad de las imágenes. Las citas –que abarcan desde «Ciudadano Kane» hasta «Cantando bajo la lluvia», pasando por una atrevida apropiación de la música de «Vértigo»– no hacen sino celebrar la modernidad de un cine popular que funciona a pleno pulmón sin traicionar sus orígenes. Explicando la historia del auge y caída de una estrella (refulgente Dujardin) del cine silente, Hazanavicius aplaude las metamorfosis de un arte que resiste lo que le echen.