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Almendralejo

De la promesa al suplicio

Desde el miércoles, Rafael Gordillo Vázquez (Almendralejo, 24 de febrero de 1957) es el nuevo presidente del Real Betis, el club de sus amores. El cuadragésimo primero en ciento siete años de historia. Y, quizá, el menos apegado al cargo.

RAFAEL GORDILLO fue el gran vencedor de la última junta general extraordinaria del Betis tras ser proclamado presidente
RAFAEL GORDILLO fue el gran vencedor de la última junta general extraordinaria del Betis tras ser proclamado presidentelarazon

Su mandato tiene fecha de caducidad: el pronunciamiento de la Audiencia Provincial de Sevilla sobre las duras medidas cautelares que dejaron a Lopera y a su supuesto comprador, Luis Oliver, sin el Betis. Se prevé que será en el primer trimestre de 2011. Justo entonces, el «Vendaval del Polígono», regresará no al anonimato, porque es leyenda viva en Heliópolis, pero sí a un segundo plano en el que se halla más cómodo.

Su puesto ideal, según su propia confesión, es el de embajador mundial del beticismo. Una suerte de Alfredo di Stéfano en verdiblanco. «Jamás he pretendido ser presidente, pero si acepté el cargo fue por cumplir la última voluntad de Juan Manuel». Se refiere Gordillo a Gómez Porrúa, uno de los tres administradores judiciales nombrado por la implacable juez Alaya. Con él trabó una gran amistad y por él se quedó «helado» el pasado 1 de noviembre al conocer su muerte por un infarto. Tenía 49 años. Cuatro menos que él.

Por eso, «el Gordo», noble, sencillo y espontáneo, se embarcó más por correlación que por convicción en una aventura en la que, para empezar, cuenta con el apoyo del beticismo. Y eso, teniendo en cuenta el tétrico panorama financiero, con casi 90 millones de euros de deudas, ya es un logro. «¡Y no pueden con él, y no pueden con él!», le cantaron los accionistas en la última y trascendental junta general extraordinaria. La que marcará, a priori, un antes y un después en la forma de gobernar el Betis. Ahora será transparente, que también es un logro.

Lo mismo le cantaban en el Benito Villamarín cuando jamás desfallecía, de arriba a abajo, con las medias caídas y una figura desgarbada. «Me he emocionado. Es como si corriera otra vez por la banda», reconocía el protagonista en una improvisada rueda de prensa en la que su voz apenas se oía entre los cánticos de una afición entregada. «La responsabilidad es muy grande, pero sé que no estoy solo», añadía.

Desde luego. En su estreno en el cargo, en el Heliodoro Rodríguez López, los casi 600 béticos desplazados lucían una camiseta verde con un «3» enorme en la delantera. Paradójicamente, tres fueron los goles anotados por el Betis (0-3). Primer guiño del destino. El segundo, que su debut en La Palmera el miércoles, en Copa, será ante el Getafe de su gran amigo Míchel. Uno más en una infinita lista con notables ausencias. Quizá por eso, en su regreso triunfal a casa, los hijos de Porrúa estarán junto a él en un palco en el que los canapés, afamados con Oliver, dan paso al sentimiento. Así lo ha querido el presidente...