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Calidad de muerte

La Razón
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No tenemos, los españoles, calidad de muerte. No es España un buen lugar para morirse. La atención al final de la vida deja bastante que desear en nuestro país, tanto por el acceso a los cuidados paliativos como por la disposición de medicamentos y atención psicológica para afrontar el dolor. Lo deja muy claro el último informe internacional realizado por The Economist Intelligence Unit. Fallan los fondos públicos destinados a atender a las personas en el último tramo de la vida. Hay escasez de unidades especializadas. Otro de los grandes agujeros es la atención en el hogar. No se puede decir en España que muramos bien. Probablemente una de las realidades que mejor dan el nivel del progreso de un pueblo. De su calidad de vida. De su verdadera civilización. Hay sólo una circunstancia en la que no estamos del todo mal: la disponibilidad de fármacos como la morfina u otros opiáceos. Lo cual tiene que ver más con las ganas de quitarse a la gente de encima y acabar pronto, que con el bien morir, que es bien distinto. Leyendo el informe, uno llega a la conclusión de que cuando somos viejos, molestamos. Y algo peor, que como no somos rentables, no compensa gastar en aliviar el sufrimiento o ayudar a bien morir. ¡Qué pena! Una prueba más de lo civilizados que somos. Se nos llena la boca con la calidad de vida y se nos olvida la calidad de muerte, que es donde se mide la verdadera calidad de vida.