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Historias reales

La Razón
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«Esta es una historia real…» La mayoría de los telefilmes aburren a las ovejas, aunque son un buen recurso en algunas horas muertas de la tele. La publicidad también ha empleado esos «reality bytes», esos trocitos de realidad que incluso dieron lugar a todo un género, y en el que los norteamericanos y los argentinos son auténticos maestros. Ahora, con esto del protagonismo del consumidor, algunas agencias y anunciantes parecen haber encontrado un filón en «You Tube» para convertir historias reales grabadas por personas normales y corrientes en spots televisivos.
Así aparece San Miguel 0.0. fusilando los divertidos vídeos de una pareja norteamericana que convirtió su boda en un desfile de amigos bailando por medio de la iglesia, y el de un azafato dando las instrucciones previas al despegue a ritmo de rap. Los presenta como «historias reales», como si eso añadiese valor a la escasez de ideas de los creativos, porque además los spots no tienen siquiera la misma gracia que los vídeos caseros originales, al perder la espontaneidad natural. La duda es cuál es la aportación de la agencia, y si le contaron al anunciante que se trataba de regrabar al pie de la letra unos vídeos que estaban colgados en Internet, y poner al final que los de la cerveza «Estamos con gente así».
Si copiar ideas de «You Tube» es cada vez más habitual, también ocurre con anuncios que resultan calcados a otros anteriores, caso de la actual de la DGT, con esas dramáticas llamadas telefónicas que reciben los familiares de algún accidentado, y que es idéntica a una campaña francesa de 2008 firmada por la agencia Lowe Stratéus Paris. Si también se trataba de mostrar «historias reales», seguro que podría haber otros ejemplos sobre el dolor y la impotencia que dejan los accidentes automovilísticos antes que duplicar literalmente los spots franceses. Lo curioso es que suele ser el concurso público en el que participan más agencias, por lo que se supone que habría una enorme variedad de ideas para elegir. Bueno, quizás la agencia española y la DGT han pagado derechos a los creativos del país vecino.
El caso es que el comienzo de curso publicitario no empieza brillando especialmente, cuando podía ser una oportunidad para intentar alegrar el panorama con ideas nuevas y diferentes. O acaso las historias reales de la publicidad actual son así de tristes.