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Córdoba

Un ejemplo de cómo enfrentarse al dolor por Valvanuz Sánchez de Amoraga

La Razón
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Ruth ha sufrido una gran transformación a lo largo de este interminable año desde la desaparición de sus hijos, Ruth y José, el 8 de octubre del 2011. No apareció ante las cámaras hasta pasados tres meses. Su expresión era de profunda tristeza, seria y conteniendo las emociones, como demuestra con su gesto de alzar la cabeza hacia la izquierda conteniendo las lágrimas. Eso sí, sus palabras, fueron duras: «Es el responsable de la desaparición de sus hijos y quien tiene que hablar». Intentaba mostrar una imagen de lucha, pero necesitaba el apoyo de los suyos, que se lo brindan tocándola, abrazándola en todo momento.
En la concentración de Córdoba, dónde hizo sus primeras manifestaciones, todavía se negaba a creer en la muerte de sus pequeños, encontrándose en la primera fase del duelo de negación y aislamiento, que le permitió amortiguar el dolor.
A lo largo de los meses, este sentimiento se ha sustituido por la ira, la segunda fase, que demostró cuando golpeaba la casa de José Bretón con rabia e impotencia o cuando hablaba con dureza sobre él.
Un mensaje breve, directo, buscando una negociación con Bretón o con su familia es el que marcó lo que podríamos considerar como la tercera fase del duelo, cuando en sus declaraciones pedía: «Quién sepa algo, que llame». Cabizbaja, se siente acongojada y su tono ya no es tan duro, de hecho en varias ocasiones se esfuerza por subirlo para ser entendida.
Ahora, con el caso ya resuelto, le queda un arduo camino porque está entrando en las dos últimas fases, la depresión y la aceptación. Lo podemos ver en expresiones que lanzó ayer, como «el destino de sus hijos era ser niños poco tiempo en la Tierra y ángeles eternamente en el cielo». Racionaliza estas emociones para intentar asumir lo que está pasando, lo que le ayuda a tener un rostro sereno, a intentar buscar la paz. Aunque ha sido un camino con un final horrible, Ruth ha sabido expresar y transmitir su mensaje, su dolor, y parafraseando al obispo de Córdoba, «su sufrimiento ha sido el de toda España, un sufrimiento que ha trascendido nuestras fronteras y ha suscitado compasión en el mundo entero».