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La izquierda poliédrica (I) por José Clemente
No ha sido Alfredo Pérez Rubalcaba uno de esos políticos que pasan por la cartera de Interior sin dejar huella. Sobrados méritos hizo para ocupar ese cargo y el de vicepresidente que después le quitaría a su homóloga, María Teresa Fernández de la Vega. Primero fue con la técnica del «flashmob» en vísperas de unas elecciones generales, cuando los «trenes-bomba» de Chamartín, a lo que le acompañaría después la destrucción de pruebas y el acoso a los policías discrepantes con tales metodologías. Más tarde llegaron los «cordones sanitarios» del «tripartit» contra el PP, el «caso Faisán» y, por último, la negociación con ETA, un asunto no menos grave que los anteriores y que ha permitido a los proetarras mandar en la Diputación Foral de Guipúzcoa y a los batasunos sacar más escaños que el propio PNV. No es, no ha sido nunca Rubalcaba un ministro del Interior «floreta», por eso extrañó mucho, especialmente al delegado del Gobierno, Rafael González Tovar, y a los mandos policiales encargados de investigar la agresión del consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, que horas después del salvaje ataque sufrido en puertas de su domicilio el ahora candidato a la secretaría general del PSOE dijese que estaría todo aclarado en los próximos días. El sumario está lleno de lagunas por todas partes, por eso Cruz recurre al archivo del mismo. Para empezar, ¿Rubalcaba sabía algo o actuó movido por la improvisación?, cosa que se descarta si tenemos en cuenta que de inmediato el caso pasó a manos de la Brigada de Información y le fue retirado a la de Homicidios. Conviene recordar que los hombres de Información son los más preparados, pero también son conocidos como los «peones de Interior». El caso fue llevado a otra brigada sin que se explicase muy bien por qué. En un debate de La Verdad se dijo en los «chat» que «ahora iremos a por la hija de Valcárcel», asunto no menos grave que tampoco fue suficientemente atendido en esos momentos, como tampoco lo es que no figuren en el sumario tomas de declaración alguna a las dos personas que identificaron a José David B. L. como posible autor de las agresiones. Del mismo modo sorprende que se investigara hospitalariamente al consejero por posibles ingresos con «taquicardias» o heridas en sus partes más íntimas, lo que llevó a Valcárcel a denominar «izquierda poliédrica» la campaña contra Cruz, pues en tal dirección apuntaban los comentarios de Oñate y Saura cuando al referirse a la agresión la atribuyeron a motivos personales. Si todo ello sorprende, no menos que numerosos miembros de redes sociales de izquierda pasaran más de un mes insultando al consejero y sus familiares y que, a día de hoy, no haya trascendido ningún «pinchazo» telefónico. ¿Se investigó lo que se debía o hasta donde políticamente interesaba?
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