Energía
Luz en la oscuridad por Tomás Perales Benito
Cuando los hogares se sumen en el silencio y la oscuridad de la noche, algo se mueve sigilosamente a espaldas de sus habitantes: el contador de electricidad mueve incesantemente sus manecillas, acumulando kW a facturar. Tres situaciones propician el despilfarro que se produce durante horas y horas: el mando a distancia, un invento de la norteamericana Zenith Radio de los años cincuenta del siglo pasado, al que bautizaron con un nombre obvio: manos perezosas (lazy bones); la desaparición de buena parte de los interruptores generales de nuestros equipos audiovisuales, y el desconocimiento, con culpa a partes iguales entre los que deberían advertir y no lo hacen y los que deberían enterarse de lo que tienen entre manos y se despreocupan. Es el efecto "stand-by"de nuestros vecinos anglosajones, o el local "consumo en espera".No es ésta la primera advertencia; tampoco, desafortunadamente, será la última. La comodidad perece importar más que esforzarse por aminorar el consumo energético, cuya cuantía en términos de nuestra sociedad es más que preocupante.
Apagar los equipos audiovisuales desde el mando a distancia, cuesta dinero y quebranta el ambiente en el que vivimos. La razón es que no se "apagan"totalmente; una parte de sus circuitos se mantiene consumiendo energía eléctrica para poder responder a los impulsos de un nuevo encendido. Presentan esta condición el televisor —el derrochador por excelencia—, el DVD, la radio, el ordenador, el tablero de dardos ( el que lo tenga) y otros frutos de la industria electrónica, incluidos los aparentemente inofensivos cargadores, que ya se han sumado a los artilugios que no se despegan del enchufe para aumentar nuestra comodidad.
Un cálculo muy lejos del alarmismo, a la baja, de la energía eléctrica que se pierde en nuestro país durante las horas de espera de tales equipos, esto es cuando los consideramos apagados, cuando no estamos ante ellos, ofrece la escalofriante cifra de 2065,9 millones de kW al año. Es posible que podamos sufragarlos con cierta facilidad, pero el medioambiente los digiere con dificultad, teniendo en cuenta que, en aproximación, el 50 por ciento de la producción de electricidad se obtiene con combustibles de origen fósil, carbón y gas básicamente (el 50 por ciento restante del llamado "mix"lo proporcionan las nucleares y las renovables, considerando la hidráulica, que pertenece con pleno derecho al último procedimiento). La cifra indicada se obtiene de considerar un consumo energético de 73 kW/año entre todos los equipos audiovisuales en la situación anunciada, por 16,9 millones de viviendas, con 1,71 receptores de televisión cada una (algunos datos apuntan a 2,3 receptores por hogar y elevan al 10 por ciento de la factura el gasto por el "stand-by"). El despilfarro, insostenible, pasa por desconectarlos, recurrir a "manos no perezosas", parafraseando al mítico fabricante Zenith, pero buena parte de los equipos están desprovistos del interruptor general, sin que nadie de los organismos reguladores haya puesto firmes a los fabricantes por su despropósito. ¿Solución? Primero tomar conciencia de nuestro problema; después algo se nos ocurrirá.
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