Presentación
Medallones por María José Navarro
Avanzan los Juegos Olímpicos con medio país viendo Eurosport a todas horas y se suceden las reflexiones. Por ejemplo: si de servidora dependiera conseguir medallas, podrían olvidarse. Una no tiene ni el talento ni la capacidad de sufrimiento necesarios para hacer marca salvo siesta libre, modalidad pijamera; tampoco tiene los nervios para superar la presión de la competición ni la dignidad para no acabar en el podio llorando como una tonta, abrazando a rivales, autoridades y azafatas. Eso sí, por aquí seguimos despreciando a todo el atleta patrio que no consiga medalla, como si ser cuarto, quinto o décimo del mundo fuera algo habitual para todos nosotros, grandes atletas de boquilla y bar. Así somos, pasamos de vestirnos de toreros en las gradas a comparar con sorna al equipo olímpico con el de las Islas Salomón, como si allí vivieran mal, por cierto. Una también reflexiona sobre que, al menos por ahora, el orgullo del país del macho ibérico lo sostienen unas cuantas chicas la mar de monas y peleonas de esas a las que hasta hace poco se mandaba a fregar en los estadios. Quizás esto valga para cambiar ese eslogan tan tonto y subidito de los últimos tiempos, «soy español, ¿a qué quieres que te gane?» por «soy español, ¿a qué quieres que me gane mi mujer?». También se suceden las metáforas deportivas. En tiempos de rescates y apreturas, no vendría mal tomar nota del sacrificio de nuestros chicos, de los que tantos chistes confeccionamos, para hacernos una idea de lo que se nos viene. Y, tras reflexiones y metáforas, hay también tiempo para pensamientos profundos: hay que ver qué guapo está Hombrados hasta con el polito ese.
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