Vigo
El error de la justicia bondadosa
A finales de los noventa la banda de los Martins se enfrentó a tiros con la Policía hiriendo a dos agentes. A finales de agosto de este año, uno de los dos componentes volvió a participar en un tiroteo donde esta vez murió un miembro de la Guardia Civil.
Habían pasado sólo doce años. En ese tiempo los peligrosos hermanos Martins habían sido detenidos, juzgados y encarcelados, cumplida la sentencia y puestos en libertad. El menor de ellos, según la Policía, recompuso supuestamente la antigua asociación y volvieron a las andadas.
El presunto José Ángel Martins, delgado, todo fibra, cabeza afeitada, bigote, ahora de treinta y pico años, se hizo un delincuente a los doce, cuando por medio de su hermano entró a formar parte de su grupo de delincuentes, considerado entonces uno de los más peligrosos de Pontevedra. Era el chico para todo y recadero de la banda, a las órdenes de su hermano mayor, Luis, hoy de 47 años, entonces cabecilla del grupo.
Pronto la buena disposición, la osadía y la falta de freno, cuentan las crónicas, convirtieron al menor de los Martins, al «Peque», en un lugarteniente resolutivo e indiscutible. Cayeron en el consumo de la droga, lo que condicionó siempre su conducta y acabó por dominarlos. El continuo reclamo de su síndrome de abstinencia los hacía recurrir a una gran actividad delictiva. Se hicieron ladrones al descuido y tironeros, hasta que las exigencias y la necesidad los empujó al atraco. Los atracadores son los reyes del hampa. Los más respetados. Pero es difícil encontrarlos en estado puro, lo frecuente son politoxicómanos acosados por su vicio.
Los Martins y sus socios se pertrecharon de armas en varios viajes a las antiguas colonias portuguesas de Angola y Mozambique. Los hermanos han sido siempre grandes aficionados a «la artillería» y a presumir de sus posesiones. De hecho en 1998, cuando el grupo fue desarticulado por la Policía, la alerta se produjo debido a la falta de discreción de los hermanitos con una mochila que llevaban y que cada vez que movían soltaba ruidos metálicos. Para los expertos estaba claro que estaba a reventar de pistolas.
Los hermanos desayunaban en la cafetería Rueda, de Vigo, donde uno de los presentes, extrañado por su comportamiento, llamó a la Policía. Los dos agentes que se presentaron lo hicieron como si tal cosa y con mucha discreción, pero los Martins eran unos pistoleros avezados y además, entre ellos, el Peque no dudaba en tirar de «fuska», así que sacaron sus armas y se liaron a tiros, hiriendo de gravedad a los dos policías.
Sentencia atenuada
Aquel 23 de marzo quedó disuelta la banda. No se volvería a juntar hasta que, puesto el «Peque» en libertad, decidiera supuestamente reunir a los colegas. Para hacerlo fue decisivo tanto el castigo que recibió como la manera de aplicarse. La Audiencia de Pontevedra llevó a juicio a los pistoleros y los juzgaron por intento de doble homicidio, posesión ilegal de armas, etc. Pero el tribunal tuvo en cuenta la desgraciada vida de los Martins, así como el atenuante de consumo de heroína y condenó a 24 años, al más pequeño, José Ángel, y a veintiuno al mayor, Luis. No cumplieron ni la mitad. Luis estaba en la calle antes que su hermano, antes de este verano.
En seguida la banda volvió a la actividad. Las fuerzas policiales investigan varios atracos de los últimos meses antes de que José Ángel fuera capturado de nuevo. Aquí al parecer hubo una confusión y, en efecto, la Policía nacional, que era quien lo seguía, entendió que iba «a calzarse» una sucursal de la Caja de Galicia, en Vigo, pero el «Peque» lo que había preparado era el asalto a una sucursal de la Caixa, sí, pero por medio de un butrón en La Cañiza, Pontevedra. Acudieron los miembros de la Guardia Civil al parecer sin saber de la peligrosidad del sospechoso. La reacción violenta que acabó de cinco tiros con el guardia Jorge Piñeiro los sorprendió.
La asociación mayoritaria de la Guardia Civil ha exigido al director general, que dirige a la vez la Policía y la Guardia Civil, que dé cuenta de este grave caso, que ellos califican de increíble descoordinación. De paso, alguien podría ocuparse de explicar cómo delincuentes que disparan a los agentes de la ley pueden estar en sólo once años en la calle, dispuestos a volver a sus delitos. Desde que los pistoleros Martins fueron juzgados, se ha renovado el código penal, añadiendo pena a quienes compongan una asociación para delinquir. A ello ha obligado la presencia creciente de actividades del crimen organizado. Una banda criminal es muchas veces el espíritu de su líder, como puede comprobarse, en estos hermanos de Pontevedra. Mientras estuvieron en prisión no hubo atracos. ¿De verdad que no van a hacer nada con la ley para impedir estos fallos garrafales?
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