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«Pondré lo mejor de mí misma para llegar a todo»

Sáenz de Santamaría, ayer, rodeada de fotógrafos en Moncloa
Sáenz de Santamaría, ayer, rodeada de fotógrafos en Moncloalarazon

Madrid- Para su estreno como «todopoderosa» vicepresidenta, ministra de la Presidencia, portavoz del Gobierno y titular de los servicios de inteligencia, Soraya Sáenz de Santamaría eligió ayer un atuendo sobrio hasta la austeridad, un verbo competente y fluido, y la naturalidad en las formas que diera consistencia a su promesa de humildad. La silla que ocupa ha cambiado notablemente con la que tuvo en la oposición, pero ella optó por comportarse como si siguiera siendo la misma campechana portavoz parlamentaria de la etapa anterior. Tanto que fueron sus colaboradores los que le hicieron un gesto para que cortara ya la intensa rueda de prensa que siguió al primer Consejo de Ministros, y tanto que hasta provocó algún quebradero de cabeza a sus nuevos servicios de seguridad, que se las vieron para sacarla del cordón que ella había dejado que los periodistas montaran a su alrededor.

En una de las tantas preguntas que contestó le plantearon que cómo pensaba poder cubrir todas las áreas que eran de su responsabilidad. Y con el mismo sorprendente temple que había exhibido desde que entró, sola, en la sala de las comparecencias posteriores al Consejo de Ministros, explicó que no le asustan ni las horas ni la dedicación que le exija su nuevo cargo; que hoy en día tener un trabajo es un privilegio, y que ella, por supuesto, se siente una privilegiada; y que dará lo mejor de sí misma para llegar a todo, pero que si no llega, pedirá ayuda, porque ya lo ha hecho y ya se la han dado. «Éste es un equipo solidario […], y si cometo errores, no duden que pediré disculpas», dijo.

Solvencia y prudencia
En las formas y en el fondo la vicepresidenta puso ayer lo mejor de sí misma para vender solvencia, prudencia y disposición a atender la demanda informativa de los medios de comunicación, en lo que pareció una actitud dirigida a anular las críticas que en este terreno recibe desde algunos ámbitos Mariano Rajoy. Vista su primera puesta en escena, Sáenz de Santamaría apunta sin duda como uno de los principales símbolos del cambio de tiempo que quiere marcar Rajoy con su Gobierno. Nada que ver con la vicepresidenta socialista, ni tampoco con el último portavoz, el ya ex ministro José Blanco. «Decida usted», emplazó al funcionario de la Presidencia del Gobierno encargado de acercar el micrófono a los periodistas cuando anunció que quedaban dos últimas preguntas y enfrente había un bosque de manos alzadas.

Tan diferente quiso sonar a los tiempos pasados que hasta se negó a hacer alguna alusión a la situación interna del PSOE, dejando claro que ella es la portavoz del Gobierno de todos los españoles y que en ese papel institucional no le toca hablar de la oposición salvo para defender una «buena oposición». «Hace falta un buen Gobierno y hace falta una buena oposición, y nuestro objetivo es tener una buena relación con el PSOE». De partida, guante blanco para el PSOE, y máxima corrección ante causas que aún colean del pasado como el 11-M o el Faisán. En uno y otro caso apeló a la Justicia y al respeto a los procedimientos que haya o que se puedan abrir.

En relación al cambio orgánico en el CNI, que pasa del Ministerio de Defensa a Presidencia, es decir, a estar bajo su tutela, su razonamiento buscó el amparo legislativo que tiene esta decisión, ya que era una previsión así incorporada en la anterior reforma de los servicios de inteligencia de 2002, y justificó que esa previsión se aplique ahora en la «evolución» del CNI y en el objetivo de reforzar su servicio para todo el Gobierno y, especialmente, para su presidente. Sus palabras dejaron en el aire la posibilidad de que cambie el actual responsable máximo, el general Félix Sanz Roldán.

 

Expectación inusitada
Se notan las tablas. La «súper ministra» creó una expectación que no se vio defraudada. En su primera comparecencia como portavoz, Sáenz de Santamaría bromeó ayer con el hecho de que si ella era la que elegía a quién concedía las dos últimas palabras, podía ser objeto de críticas. Por eso dejó la decisión en manos de la persona encargada de entregar el micrófono a los periodistas. Terminada la rueda de prensa, fue prácticamente rodeada por los periodistas, con los que departió todavía un rato más. Todo muy diferente de como sucedía con Alfredo Pérez Rubalcaba. Los tiempos han cambiado.