Cerco a la corrupción
Francisco Granados Adiós al consejero rebelde
Un paso en falso, su negativa a aceptar la portavocía del Grupo Popular en la Asamblea de Madrid, pudo ser hace apenas unos días la pesa que faltaba en la balanza de Esperanza Aguirre para apartar al que en la última Legislatura se había convertido en su «triconsejero».
El nombre de Francisco Granados, que hasta ahora aglutinaba la secretaría general del PP de Madrid y las consejerías de Presidencia, Justicia e Interior, había desaparecido de las últimas quinielas. Por la tarde, la ausencia de su nombre en «@el7deSol» –el Twitter del Ejecutivo regional– confirmaba la desaparición del organigrama de la Comunidad de Madrid de Granados, «Paco», que, además de manejar con mano izquierda todos los asuntos relacionados con el partido –fue el encargado de dirimir las responsabilidades de los diputados madrileños en la Gürtel– ha dirigido en los últimos meses la campaña de los «populares». Su caso no era en absoluto típico. En 2003 pasó de la Alcaldía de Valdemoro a la consejería de Infraestructuras y Transportes. Apenas un año después, Aguirre premió su buen hacer encargándole tareas de mayor responsabilidad en Presidencia al tiempo que iniciaba su andadura como secretario general. Nunca hasta entonces un líder del PP de Madrid había formado parte de un Gobierno compaginando las tareas en el partido con la gestión de una cartera regional.
El ascenso de Granados ha sido meteórico en los últimos tres años y ha transcurrido en paralelo con su distanciamiento con el vicepresidente Ignacio González. Granados no se ha librado de estar en la cuerda floja en diferentes ocasiones. En 2007 fue designado consejero de Interior y Aguirre también pensó en él cuando, tras la salida de Alfredo Prada del Gobierno de la Comunidad, le necesitó para ponerse al frente de una consejería de Justicia que le ha traído muchos quebraderos de cabeza. Participó en la comisión que sobre el «Tamayazo» se desarrolló en la Asamblea y en la cámara regional también vivió uno de sus momentos más incómodos, la comisión de los espías. De haber cumplido con los deseos de Aguirre, que le propuso convertirse en un «supersecretario general» que reforzara el grupo parlamentario, hoy, el perfil de Granados sería completamente diferente. El «consejero cercano», el rebelde que estaba en todas partes y siempre respondía a las preguntas de la Prensa, abandona ahora la primera línea política, la gestión, para entrar en el Senado.
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