España

Para acabar la Legislatura

La Razón
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No tengo yo nada en contra de la política de partido ni tampoco de que los partidos políticos calculen las posibilidades de ganar las elecciones. Es normal y legítimo. Sin embargo, creo que España está por encima de esas conductas. Es más, desde que entramos en bancarrota el 7 de mayo pasado, no nos lo podemos permitir. Para ZP, se trata de aguantar pie en pared a que pase lo peor en la esperanza de que, en algún momento, volverá a engañar a los ciudadanos y seguirá en La Moncloa valiéndose de un acuerdo con ETA, del espectro de Franco o de cualquier otra indecencia. Para Rajoy, la apuesta es dejar que ZP se siga desgastando –¡como si se tratara de la batalla del Ebro!– y, al final, se desplome facilitándole la victoria electoral. No creo que las dos posiciones sean iguales, pero estoy convencido de que España no se puede permitir ni una ni otra. En estos momentos, la única salida sensata para la gravísima situación que vivimos pasa, primero, por el desplazamiento de ZP –un personaje que logrado pasar de ser un peligro nacional a convertirse en un grave problema a escala planetaria– por otro político del PSOE; por la creación de un Gobierno de concentración PSOE-PP en el que la cartera de Economía y Hacienda la desempeñe un técnico de la talla, por ejemplo, de Manuel Pizarro y por la supresión de ministerios inútiles como el de Igualdad. Ese Gobierno podría afrontar apoyado en su aplastante mayoría parlamentaria cuatro reformas indispensables. En primer lugar, el adelgazamiento drástico del actual Estado de las autonomías de manera que éstas se aprieten el cinturón como ya lo ha hecho la empresa privada y la administración central. En ese sentido, por ejemplo, el Tribunal Constitucional debe aplicar ya la ley y liquidar el presente Estatuto catalán que es una verdadera amenaza para el sistema democrático. En segundo lugar, debería realizar una reforma del mercado laboral heredado de Franco lo que permitiría detener la sangría del desempleo sin miedo a Méndez y Toxo porque los trabajadores importan mucho más que los liberados sindicales. En tercer lugar, tendría que reformar el sistema financiero interviniendo las cajas de ahorros en quiebra obligando a una verdadera fusión o subastándolas. Finalmente, tendría que recortar drásticamente los pesebres de los que viven partidos, sindicatos, titiricejas, dictadores extranjeros y demás chupópteros del dinero de los ciudadanos. En paralelo, debería congelar la futura ley de libertad religiosa, la ampliación del aborto, el adoctrinamiento de Educación para la Ciudadanía o la Memoria Histórica para centrar la actividad política en los problemas reales de los ciudadanos. De esa manera, podríamos acabar con el déficit, salir de la recesión, comenzar la recuperación, salvar –siquiera en parte– el Estado del Bienestar y acabar la Legislatura en condiciones lo suficientemente saneadas como para que el enfrentamiento político transcurra por cauces de normalidad. Esa es la tarea que han de plantearse PSOE y PP, si no por dignidad y patriotismo, al menos, por egoísmo ya que si todo se va al garete, no van a salir indemnes del desastre. Todo debe realizarse en breve, casi me atrevería a decir que en semanas, porque, de lo contrario, será tarde y sólo asistiremos a una victoria electoral de ZP o de Rajoy sobre las ruinas de la que antaño fue próspera nación.