Fuenlabrada
Habitación del pánico
Algo raro pasa en una sociedad cuando aumentan las agresiones a los profesores y a los médicos. Una agresión es una derrota y bien lo saben los agentes de la policía o la guardia civil. Pero al menos un agente está preparado para defenderse y tiene, en la medida de lo posible, las herramientas para hacerlo. Sin embargo la agresión contra la autoridad académica o médica, además de inútil, es un acto de cobardía que demuestra buenas dosis de enfermedad social.
Es inaceptable detenerse siquiera un minuto en saber si el agresor de Fuenlabrada de este viernes tenía un problema con una cita pendiente, que encima no lo tenía. Si justificamos con una cita tardía o un retraso una agresión a un médico o enfermera seríamos capaces ya de justificar cualquier agresión por un suspenso al niño en el colegio, o por una mala praxis. El fin justifica los medios. Y el enfado no justifica la agresión. Es inasumible. El perturbado de Fuenlabrada estaba ido y no hay mucho más que rascar.
Pero está claro que algo pasa cuando el colegio de médicos de Madrid se tiene que ocupar de solicitar habitaciones del pánico, en lugar de curar enfermedades. A lo largo del 2010 están registradas más de 450 agresiones a médicos. Y si tienes que dedicarle tiempo a pensar en que te van a pegar igual no dedicas el tiempo necesario a pensar en cómo puedes sanar a un enfermo.
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