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Yo Leonor

La Razón
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Imagino que ustedes ya se habrán dado cuenta de que en esta familia soy una mujer objeto. Se lo he dicho a mi madre, elevando un poquito la voz y levantando el dedo índice: Luego diréis que si la privacidad y que si tal y que si cual, pero llega el verano y soy un mono de feria. A mí, en realidad, no me importa salir en las portadas porque yo soy muy estrellona y además estoy pa comerme, pero lo que no soporto es que se me dosifiquen los saraos. Porque a mí no me molesta aparecer en el barco y lucir melena al viento y fondo de armario marinero, pero no hay derecho a que me chupe todas las regatas sin llorar ni nada y sin marearme, y vaya a misa sin gritar ni correr entre los bancos y luego vengan las Obama y yo me tenga que enterar por la prensa. Bien es verdad que esto pasa porque a mi padre le pilló la visita en Colombia y no pudo interceder por mi presencia en la comida que le dió el abuelo a esta gente, porque si llega a estar mi padre, me lío a berrear y vaya que si me llevan, já. Pero mi madre no tiene corazón. Le da igual ocho que ochenta y ocho y aunque me provoque hipo del llanto no cede, la muy estricta. El caso es que vino la mujer de Obama a vernos y por lo visto mide lo mismo que un pivot de la Cibona. Bendito sea Dios, qué hechuras, le he oído decir al abuelo. He estado leyendo que esta buena señora y su hija se han pegado cinco días de vacaciones a todo tren, incluido el avión presidencial, pero no seré yo la que ponga el grito en el cielo por la cuenta que nos trae a nosotros, que no estamos tampoco para dar ejemplo por esos detallitos. Pero en fin, me dejaron aparte y llevo unos días con un morro que se me puede atar con una manta, porque encima no me faltaba nada más que el regalito que nos dejaron. Unos peluches. Un peluche a mí. A mí. Eso a mi hermana, hombre, que es pequeña y oronda, pero yo ya estoy más para un brillo de labios o unas Ray-Ban Wayfarer. Pues no: un peluche. Claro, como ven en las revistas a mis padres besuqueándose románticamente, se deben pensar que todos en casa somos así de pastelosos. Y encima ahora se van de vacaciones. De vacaciones de qué, le he dicho yo a mí madre. De qué tenéis que descansar, criaturas, vamos a ver. Y me ha quitao la hucha y no me puedo comprar el Cuore.