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El gran bazar de la ganga y las falsificaciones

La Razón
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Madrid- Entrar en cualquiera de las grandes naves industriales adosadas del polígono de Cobo Calleja supone sumergirse en una selva negra de productos de «todo a un euro». Unos, con avalanchas de ropa interior y zapatos apilados, otros con material de oficina, artículos de playa, alfombras, falsificaciones de dudosa calidad.... El gran bazar en estado puro. En penumbra y sin fondo aparente. Cuando abrieron las puertas los primeros locales asiáticos, hace una década, no tenían problema alguno por vender a todo aquel que se acercara, ya fuera un comprador al por mayor o un minorista que buscaba unos disfraces para una despedida de soltero. Aun cuando no se presentaba el correspondiente carné de autónomo, resultaba sencillo colarse y salir con la correspondiente compra a granel. Pero a medida que las inspecciones policiales y las redadas aumentaban, también lo hacía la desconfianza de algunos comerciantes. A ese mismo ritmo, iban despareciendo de la zona los pequeños empresarios españoles dedicados a la mecánica, la chapa y envasados, los primeros en poblar este polígono construido en los años 70 por el empresario Manuel Cobo Calleja –padre del ex vice alcalde de Madrid, Manuel Cobo Vidal–, que ni imaginaba que aquel polígono con nombres de calles bercianas (él era de Ponferrada) se convertiría en el mayor complejo empresarial asiático de Europa. En su 162 hectáreas se concentran más de 370 almacenes donde no hay horarios ni festivos. Trabajan una media de 10.000 personas que abastecen a las más de 16.000 tiendas «de chinos» abiertas por toda la geografía española. Pero también surten a vendedores ambulantes y, según qué naves, a muchos particulares. Además, como los auténticos bazares asiáticos, en Cobo Calleja también se puede regatear. Como si de Mercamadrid se tratara –no deja de ser un mercado de abastos–, el tráfico es incesante prácticamente durante todo el día, pero especialmente durante la mañana. Camiones que llegan con los productos listos para almacenar y vender y furgonetas de particulares que van a comprar. Destacaron siempre, entre tanto automóvil de carga, aparcados junto al hormigón y el ladrillo visto de las naves, los carísimos coches de alta gama de los presuntos capos de esta trama.

Imitaciones «low cost»
No es extraño que un local en Cobo Calleja pasara de costar 30.000 euros a tres millones. El negocio asiático a costa de falsificar grandes marcas e importar productos sin declarar ha crecido como la espuma. Para un comerciante español es imposible competir con quienes producen casi el mismo artículo a un precio cinco veces menor. Por ejemplo, las famosas pulseras «shamballa» (en la imagen), que ahora mismo arrasan entre las «celebrities», hacen furor en los minoristas chinos. Ellos las compran en Cobo Calleja a 1,50 euros y las venden a 5 euros. El negocio es evidente.