IVA
Presupuestos bajo mínimos
Presentar en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado al día siguiente de una huelga general ya ofrece una idea de por dónde van las cuentas públicas del año próximo. Pero hacerlo, además, el mismo día en que el Banco de España diagnostica un debilitamiento de la actividad económica y la agencia de calificación Moody's rebaja la calidad de la deuda española disipa las pocas dudas que hubiera sobre la naturaleza restrictiva, de mera supervivencia, de los PGE. Si en el avance proporcionado el pasado viernes por el Consejo de Ministros ya se percibían fuertes recortes en casi todas las partidas, con los datos concretos en la mano aquella primera impresión se ha quedado corta y en exceso generosa. Las cuentas entregadas ayer por la vicepresidenta Salgado son fuertemente regresivas y recortan sin paliativos el gasto social, la inversión productiva y las cantidades destinadas a I+D+i. Es evidente que la columna vertebral de estos Presupuestos es reducir como sea el déficit del Estado, de acuerdo a los compromisos con la UE, y que para ello hay que hacer recortes drásticos, pues el ser humano todavía no ha logrado la cuadratura del círculo. Sin embargo, el empeño del Gobierno por cuadrar sus cuentas se lleva por delante los estímulos a la actividad económica y deja bajo mínimos las inversiones públicas que podrían generar empleo y aportar oxígeno a sectores estratégicos como el de la construcción. Desde luego, es positivo que los gastos de los ministerios se reduzcan en un 15,6%, pero no se puede decir lo mismo de las inversiones reales, que se contraen un 38,3%, investigación civil (-7%) y militar (-17,5%), infaestructuras (-40,7%) e industria y energías (-13,5%). En suma, resulta muy negativo que las actuaciones del Estado en los sectores productivos de la economía caigan nada menos que un 18,9%, porque significa que en vez de reavivar las ascuas de la reactivación se arroja sobre ellas un jarro de agua fría. Y sin crecimiento no hay empleo ni recaudación fiscal, y sin éstos crecen exponencialmente las prestaciones a los parados, la deuda pública, los gastos financieros y, en definitiva, el déficit que se pretende combatir. Éste es el círculo infernal en el que se mueven los Presupuestos del año próximo, por eso da la sensación de que el Gobierno ha arrojado la toalla y ya sólo aspira a sobrevivir un ejercicio más a la espera de que se produzcan varios milagros, entre ellos una fuerte recuperación de la zona euro que tire de España como el socorrista del náufrago y llegar así a las elecciones generales de 2012 con mejores perspectivas que ahora. Las cuentas públicas tienen el sello inconfundible de unos gobernantes que hacen las cosas a medias, como encogidos y a regañadientes. Así han hecho la reforma laboral y así pretenden sobrevivir, ir tirando a trompicones, en vez de afrontar con coraje las grandes reformas estructurales que necesita la economía española para dar el salto: reducción drástica de las Administraciones, de los organismos públicos y de las subvenciones clientelares, reforma educativa, judicial y pensiones, etc. Cuatro años lleva el Gobierno con políticas y presupuestos de cataplasmas: ahí están los resultados.
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