Teatro

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Moisés en la franja de Gaza

Rossini Opera Festival«Mosè in Egitto», de G. Rossini. Solistas: A. Esposito, O. Senderskaya, D. Korchak, S. Ganassi, R. Zanellato, Y. Shi. Coro y Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: R. Abbado. Dirección escénica: G. Vick.Pésaro, Adriatic Arena, 20-VIII-2011.

Momento del montaje en el que un soldado ofrece una chocolatina a un niño que acaba de salir de un tanque
Momento del montaje en el que un soldado ofrece una chocolatina a un niño que acaba de salir de un tanquelarazon

En 1997, Graham Vick presentó en el antiguo Palafestival su visión de «Moïse et Pharaon» de Rossini, consiguiendo uno de los más memorables montajes de la historia del certamen pesarés, presentándolo como una parábola de la diáspora judía. Ahora, casi quince años después, y con una situación política intensificada, ha puesto en escena la primera versión, estrenada en Nápoles en 1818, que, frente a la gran ópera francesa de 1827, propone unos sentimentos exaltados y contiene una urgencia dramática a flor de piel. De hecho, no hay prácticamente arias a solo, y éstas corresponden a los dos jóvenes enamorados –que, como era de esperar, pertenecen a religiones opuestas–. La acción avanza sin desmayo en forma de grandes conjuntos que van adquiriendo la envergadura propia del autor, y ni siquiera el personaje titular tiene su momento de gloria, a excepción de la maravillosa «Plegaria» final.

Enorme poder revulsivo

Ha sido un acierto escogerla como principal montaje de una edición del festival que conmemora los 150 años de la unidad de Italia. El director británico ha creado de nuevo un espectáculo de considerable impacto, al convertir la trama en el actual conflicto entre israelíes y palestinos. Su lectura posee algunas lagunas, como un final no excesivamente bien resuelto, en el que un tanque irrumpe en escena y de su interior sale un soldado que se dirige a un niño para darle una chocolatina, o el momento en que el hijo del Faraón muere por el peso de una gran lámpara que antes ha significado la gloria de Jehová. Pero todo él tiene una indiscutible fuerza teatral y un enorme poder revulsivo, como se vio por las encendidas protestas que contrastaron con las apasionadas ovaciones, dirigidas sobre todo a la vertiente musical, como siempre impecable, a pesar de las complejísimas tesituras a las que fueron sometidos algunos cantantes, sobre todo los mencionados amantes, Osiride (un valentísimo Dmitry Korchak) y Elcia (una Sonia Ganassi que no dudó en lanzarse a las más suicidas coloraturas). A su nivel estuvieron, en papeles más comedidos, Alex Esposito (Faraón), Olga Senderskaya (en su esposa Amaltea, que parecía la prima hermana de Rania de Jordania) y, sobre todo, el tenor chino Yijie Shi, extraordinario Aarón. Un poco más apagado estuvo el propio Moisés, Riccardo Zanellato.

Roberto Abbado demostró una seguridad cada vez mayor en este lenguaje, logrando admirables prestaciones del Coro y la Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia y la confirmación de que su autor sigue más vivo que nunca.